Cuentan las crónicas
que hace mas de 2.200 años existía en la Isla de Sicilia una próspera colonia
griega llamada Siracusa. En ella vivía el gran sabio Arquímedes a quien todos
respetaban por su extraordinaria inteligencia. Un día el rey Herón, su tío, le hizo
un encargo singular. El monarca había entregado cierta cantidad de oro a un
orfebre con el encargo de elaborar una corona. Cuando el trabajo estuvo
terminado el rey no quedó satisfecho. Algo le hacía sospechar que su súbdito
había sustituido parte del oro por metales menos valiosos. A simple vista, el
trabajo era magnífico y no deseaba destruirlo, así que encargó a Arquímedes que
descubriera el engaño sin destrozar la corona.
Por
más vueltas que le daba al problema, Arquímedes no acababa de encontrar la
solución. Una mañana decidió darse un baño para relajarse. Desnudo se introdujo
en el agua tibia hasta cubrir todo el cuerpo, cerró los ojos y se dejó llevar
por la sensación de ingravidez. “¡Qué curioso! – pensó el sabio- al entrar en
el agua tengo la sensación de perder peso ¿Por qué será?” Después, en un
momento de inspiración exclamó: “¡Lo encontré!. ¡Eureka!.”
¡Eureka!
¡Eureka!
Corrió
semidesnudo por las calles de Siracusa para comunicárselo al Rey. Una vez en su
presencia, solicitó una balanza, una cantidad de oro idéntica a la que el Rey
había entregado al orfebre y la corona.
Rápidamente
le trajeron lo que había solicitado. Arquímedes sujetó la balanza en el aire
por la una argolla que tenía en el centro. Ceremoniosamente colocó el oro en un
plato de la balanza y la corona en el otro y la balanza quedó equilibrada.
Después, se desplazó hasta el borde del estanque real sujetando la balanza con
una mano y con suavidad fue bajando la balanza hasta que el agua cubrió los
platillos, el oro y la corona. Entonces, como por arte de magia, el equilibrio
se rompió. El platillo que contenía el oro comenzó a hundirse, como si de
pronto hubiera adquirido mas peso que la corona. El fiel de la balanza se
inclinó y Arquímedes, sentenció : “Majestad, puedo asegurar que la corona no es
de oro puro. ¡Tu orfebre es un tramposo!.
Aquel día, Arquímedes
no solo resolvió el enigma de la corona de Herón sino que hizo algo mucho más
importante. Descubrió un comportamiento básico de la naturaleza, el “PRINCIPIO DE ARQUÍMEDES”. Se
puede enunciar así : “Todo cuerpo sumergido en un fluido, ya sea líquido o gas,
pierde peso en una cantidad igual al de peso del fluido que desaloja”. El sabio
comprendió que si la corona era de oro puro, independientemente de su forma,
ocuparía el mismo volumen que el metal depositado en el otro plato de la
balanza. Entonces, al introducirlo en el agua, ambos lados desplazarían la
misma cantidad de líquido y el equilibrio se mantendría. Pero si la corona
contenía una parte de plata, que es un metal mucho mas liviano, el volumen de
la corona sería mayor. En ese caso, desplazaría más agua que el oro y el
equilibrio se rompería. Y así ocurrió. Pobre orfebre, fue el primer tramposo
que perdió la cabeza por culpa de la ciencia…
Aplicaciones
del principio de Arquímedes
El
principio de Arquímedes sirvió para explicar muchas otras cosas. Gracias a él
lo mismo flota un frágil barco griego que un moderno trasatlántico de millones
de toneladas de peso. Y se aplica a cualquier clase de fluido, sea líquido o
gas. Pero… ¿que es un fluido?. La respuesta es una perogrullada: fluido es algo
que fluye, que cambia de forma, que se adapta al recipiente que lo contiene.
Esa propiedad le permite rodear cualquier objeto sumergido en él. Se acopla a
su forma por muy irregular que esta sea. Como lo hizo con la corona de Herón.
En contraposición a ellos están los cuerpos sólidos y todos, sólidos, líquidos
y gases no son mas que diferentes estados posibles de la naturaleza.
El Helio líquido
El Helio líquido
Durante
muchos siglos, el principio de Arquímedes fue ampliamente utilizado para las
más variadas aplicaciones. A mediados del siglo XX la ciencia aplicada a los
fluidos parecía que podría proporcionar ya pocas sorpresas, sin embargo, un
fluido maravilloso, el helio líquido, iba a demostrar que la naturaleza
guardaba aún secretos insospechados.
El
helio es una sustancia increíble. Después del hidrógeno es el elemento mas
abundante del Universo, sin embargo, en la Tierra, apenas existe. Fue
descubierto en el Sol, analizando la huellas que deja en la luz emitida por
nuestra estrella. En estado normal el helio es un gas y conseguir hacerlo
líquido fue un verdadero reto para la ciencia. Existen dos tipos, el helio-4 es
el más abundante y fácil de manejar y el Helio 3, que prácticamente no existe
en condiciones naturales.
A
principios del siglo XX se consiguió licuar el helio-4 y, para lograrlo, hubo
que enfriarlo hasta una temperatura de 269 grados bajo cero, a poco más de 4
grados por encima del cero absoluto. El esfuerzo fue muy grande, pero mereció
la pena porque abrió un mundo desconocido para la ciencia. En 1938 el
investigador ruso Kapitzka descubrió que, al bajar la temperatura hasta algo
más de 2 grados por encima del cero absoluto, el helio fluye de forma
instantánea por los agujeros más finos. Incluso escapaba de un recipiente
trepando por las paredes. Esas propiedades tan especiales le valieron el nombre
de “superfluido”. Un estado de la materia de características tan insólitas que
habría hecho exclamar de nuevo a Arquímedes. ¡Eureka!
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