E.M. Cioran no se consideraba un
filósofo en el sentido ortodoxo del término, ni siquiera escritor.
Provocador a ultranza, este pensador rumano animó durante su vida
innumerables controversias contra lo establecido, contra las ideas
constituidas en norma o dogmatismo. Fascinado por instaurar un
pensamiento a contracorriente, en el cual el cinismo tiene un lugar
preponderante, escribió su obra aforística sin concesión alguna. Entre
Diógenes El Cínico y Epicuro de Samos, funda una filosofía en el siglo
XX, afín a la de esos filósofos helenísticos, donde la amargura era
sublimada por la ironía.
Criado desde su nacimiento en Rasinari
(1911), pueblo olvidado de las profundidades de Transilvania, Cioran
vive con horror el traslado a Bucarest para asistir al Liceo. Separado
tan tempranamente de lo que él consideraba un “paraíso”, perdería para
siempre la alegría de vivir, pues fueron estos sus únicos años felices. A
pesar de lo que muchos creen, nunca formó parte de la Guardia de
Hierro,1 y dedicó los días
de sus primeros cuarenta años a leer y a estar casi inútilmente
matriculado en la Sorbona (gracias a una beca no conseguida por una
tesis que nunca llegó a escribir, sino por dedicar varios años a
recorrer Francia en bicicleta).
Pero el exilio no marca su obra, ni
siquiera su vida. Aunque recuerda su pueblo natal con vivas imágenes
casi como recientes, y siente gran apego por la cultura búlgara y por
los pueblos del Este en general, no se siente perteneciente a ninguna
patria. Tal es este desapego, que decide cambiar su lengua madre por el
francés. Incluso cuandoStalin murió y Rumanía se vio libre de la
ocupación soviética, su único sentimiento fue el de pesadumbre.
Durante esa época lee vorazmente, la
única ocupación que le satisface. Confesó su adoración por grandes obras
de Dostoievski o Proust), ya que ésa es la única manera de conocer
verdaderamente lo que el autor nos quiere transmitir. Estuvo marcado
intensamente en su juventud por la lectura de autores como León
Chestov, Georg Simmel, Dilthey, Kierkegaard... En definitiva, lo que
siempre ha suscitado interés en él es la filosofía-confesión, los
“casos”, aquellos autores de quienes se puede decir que son “casos” casi
en el sentido clínico de la expresión. Todos aquellos que van a la
catástrofe y que pueden situarse también más allá de ella (no puede
admirar más que a aquel que ha estado a punto de derrumbarse). Por eso
no está marcado por aquellos escritores que han sido simplemente una experiencia intelectual, como Husserl, Heidegger o Sartre, del cual
incluso ha escrito varios textos contra su obra. Pero sobre todo se
interesa por los ensayos y biografías, independientemente del autor.
Para E.M. Cioran escribir es la única
forma que encuentra de hacer la vida un poco más soportable. Pero odia
escribir, y no sólo eso, sino que publicar lo escrito supone una
aberración... aún así es la única forma de vida que concibe, de manera
que se convierte en un hombre atado a hábitos que le resultan
insoportables.
Con un gran aliento poético, donde
rinde un secreto homenaje al poeta francés Saint-John Perse quien
animara su obra y escribiera comentarios sobre ella, en ocasiones hace
recordar la escritura de aquellos filósofos como Nietzsche donde la
factura formal y la delicia de la prosa emparenta el pensamiento con lo
poético.
En su juventud, escribe en rumano,
pero traduciendo a Mallarmé a su lengua madre tuvo una revelación: es
absurdo escribir en una lengua que nadie conoce; además, escribir en un
idioma desconocido se convierte en una experiencia asombrosa. Al
escribir en francés, uno reflexiona sobre lo escrito, piensa en las
palabras, lo que éstas quieren decir y por qué precisamente usar esa
palabra en concreto y no otra parecida. En Rumania, escribía por
escribir apenas sin pensar. Francia le enseñó que la escritura y ¡el
comer! son hechos culturales, pero al llegar a París se dio cuenta de
que también se puede juzgar el sabor de la comida y opinar sobre ella en
amplios debates).
Esta incapacidad para dedicar su
tiempo a una actividad seria y productiva, proviene de esa sensación de
tedio que ha inundado toda su vida. A pesar de haber vivido
intensamente, no ha podido integrarse en la existencia. Podemos pensar
que tienen algo que ver las palabras que en cierta ocasión le dijo su
madre: “si supiese que ibas a sufrir tanto, habría abortado”. El saber
que su existencia fue sólo un accidente, y que su nacimiento debería
haber sido evitado hacen que pierda el interés por cualquier cosa, que
no encuentre sentido a la vida. Cualquier acción es una “idiotez” en
todo su sentido, si al final del camino no queda más que una fría
sepultura. Caminar por cierto cementerio fue lo que le llevó a pensar
que tanto los hombres lúcidos como los ignorantes llegan a la misma meta
y reciben el mismo premio, de manera que vio ratificadas sus
inquietudes respecto a emplear la vida para cualquier fin.
Pero es asombrosa, sin embargo, la
vitalidad con que plasma sus palabras en los libros, como una extraña
alegría que destella inexplicablemente. Las hojas que escribe están
llenas de fuerza, de pasión, para activar a sus lectores, para en
definitiva “hacer despertar”. Sus libros son como látigos que ironizan
la existencia, descritos con una fuerza que nos hace darnos cuenta de
que realmente estamos vivos.
Esta viveza y esta pesadumbre serán los elementos principales que encontramos en su obra, Ese maldito yo,
libro de aforismos publicado en 1987. ¿Por qué escribir en forma de
fragmento? Porque, según el propio autor, es un hombre perezoso, y para
escribir de forma continuada un texto con sentido, se necesita ser un
hombre activo.
La arquitectura aforística de su prosa
es fiel al tiempo roto que él y otros pensadores previos a la
postmodernidad denunciaron con lucidez, donde el concepto del hombre
comienza a variar y fomentar lo ambiguo y lo indeterminado. Desarrollar
algo extensamente es una frivolidad. Recomienda el autor que no leamos
su libro de un tirón, sino poco a poco, de noche preferiblemente, y
sobre todo en momentos de pena o hastío. Porque es en esa situación
cuando necesitamos que un simple pensamiento nos libere. Al fin y al
cabo, un aforismo es algo discontinuo, un pensamiento instantáneo, que
si bien no encierra mucho de verdad, si puede contener algo de futuro.
Podemos encontrar un aforismo que afirme un acontecimiento y en la
página siguiente otro que niegue eso mismo; y en realidad ninguno vale
más que otro, sino que pertenecen a momentos distintos. Cioran no
pretende ofrecer verdades absolutas, sino que nos lanza sus aforismos
como si fuesen bofetadas.
Así, el libro se articula en torno a
cinco capítulos dónde se expresan casi todas las ideas que más perturban
al autor (que son básicamente las mismas a lo largo de toda su obra).
Los aforismos no están ordenados según las cinco partes, sino que cada
capítulo es una amalgama de muchos temas distintos, y que como acabamos
de decir, se contradicen muchas veces entre ellos.
Una de las ideas que prevalece es la
de la religión. Fuertemente marcado por una sociedad altamente religiosa
(incluido un padre sacerdote), Cioran se considera agnóstico desde su
más tierna infancia, aunque se siente bastante cercano a los
pensamientos hindú y budista; sobre todo porque son los únicos en
entender realmente el concepto de “vacío”, siendo éste el único que
puede eliminar nuestro temor a la muerte. Tampoco quiere ser filósofo,
porque le parece que la mayoría de los filósofos observan los
acontecimientos desde lejos, y para poder hablar de las cosas ha de
implicarse uno, conocerlas desde dentro (Nietzsche y Sartre en ese
aspecto eran bastante ingenuos, según él). Se puede tener un mayor
conocimiento sobre la vida siendo por ejemplo, barrendero, que
dedicándose a los estudios filosóficos (de ahí que aborrezca su
encasillamiento como filósofo).
Habitante de un planeta donde lo
inhumano es la norma Cioran antepone el alto humor de su palabra, el
fluir de un pensamiento que fusiona los contrarios y los sublima, para
sumergirnos en un universo filosófico donde todas las verdades están
heridas y todos los dogmas tambalean.
Odia fervientemente la Historia: a
pesar de confesarse apátrida desde la infancia, queda algo en él de
apego a su patria, y más que a Rumanía, a los países del Este en
general. ¿Y por qué este odio? Porque los países del Este han estado
siempre dominados o invadidos por la Historia, lo que la convierte
consecuentemente en algo demoníaco (ya que tanto él como sus
compatriotas han sido siempre los objetos de Ella). La Historia es la
negación de la moral, es el mayor pesimismo, el mayor cinismo. Es “la
obra del diablo”.
Ama la música y la amistad (aunque
confiesa que un amigo es el peor ejemplo del que podemos aprender, pero
debemos conservarlos). Dice en uno de sus aforismos más conocidos: "si
dios le debe todo a alguien es a Bach. Aunque muchas veces abogue por la
nulidad de la vida, lo que cree es que los caminos que el hombre toma
son casi siempre equivocados. Su palabra favorita: perecer. Su arma de
destrucción masiva: la palabra, que es también la curación de todos los
males. “Los charlatanes no frecuentan farmacias”.
Desprecia trabajar, tomar
posicionamiento, tener que explicarse cuando se contradice y conceder
entrevistas. No le gusta hacer planes (ya que todos son inútiles),
desprecia a la mayoría de la gente (“¡el hombre debe desaparecer!”), y
sobre todo a aquellos que son incapaces de apreciar un buen libro o una
gran composición musical. Odia la idea de haber tenido que vivir, y
declara abiertamente todo lo que le deben en gratitud sus hijos
no-natos. Para Cioran, morir es simplemente cambiar de género, pero sin
embargo el suicidio no supone ninguna opción para él, porque "es la
existencia del suicidio la que hace la vida posible".
Incluso a pesar de que sus aforismos
sean contradictorios, si tuviésemos que definir todo su trabajo en unas
pocas líneas, qué mejor que recurrir a uno de sus aforismos:
“Si se me pidiese que resumiera lo
más brevemente posible mi visión de las cosas, que la redujese a su
mínima expresión, en lugar de palabras escribiría un signo de
exclamación, un ! definitivo”.
El pensamiento de Cioran, infestado de
amargura e ironía lo sitúa entre los pensadores más provocadores y
destellantes de las últimas décadas.
Su devoción por el escritor argentino
Jorge Luis Borges lo llevaría a escribir su ensayo "El último delicado",
donde dibuja un retrato filosófico de este personaje con su
característico humor.
En su libro "De lágrimas y santos",
E.M. Cioran llega muy lejos en la reflexión sobre el misticismo y la
religión y con su acidez inquisidora nos depara extraordinarios
aforismos de gran belleza, donde su cinismo pareciera no tener límites.
Allí lanza esta sentencia: "En el juicio final sólo se pesarán las
lágrimas".
Durante las últimas décadas su
reconocimiento se tornó planetario. Cioran ha escrito en absoluta
febrilidad su vertiginosa obra. No ha creado ninguna ideología, ni su
pensamiento ha dado lugar a ningún tipo de movimiento filosófico. No ha
dado clases, no ha escrito tesis ni doctorados, no ha firmado
manifiestos, ni dado conferencias y no ha sido recordado (ni en vida, ni
tras su muerte) más que por un puñado de amigos: (Mircea
Eliade y Eugène Ionesco fueron algunos de ellos) y algún que otro
estudioso que en un momento determinado se interesó por su obra. Sin
embargo, fue un hombre que durante su larga vida no dejó de pensar, y
sobre todo, que hizo y hace pensar a la gente.
“Recuerde: mis libros pueden hacer despertar”
Algunas obras
- En las cimas de la desesperación (Pe culmile disperării, 1936) (Tusquets Editores, 1996)
- El libro de las quimeras (Cartea amăgirilor, 1936) (Tusquets Editores)
- El ocaso del pensamiento (Le Crépuscule des pensées, 1940) (Tusquets Editores, 1995)
- Breviario de podredumbre (Précis de décomposition, 1949) (Taurus, 1988) (Tusquets Editores, 1998)
- Silogismos de la amargura (Syllogismes de l´amertume, 1952) (Tusquets Editores, 1990)
- La tentación de existir (La tentation d'exister, 1956) (Taurus, 1979)
- Historia y Utopía (Histoire et Utopie, 1960) (Tusquets Editores, 1988)
- La caída en el tiempo (La chute dans le temps, 1966) (Tusquets Editores, 1993)
- El aciago demiurgo (Le mauvais demiurge, 1969) (Círculo de Lectores, 1993)
- Del inconveniente de haber nacido (De l'inconvénient d'être né, 1973)
- Desgarradura (Écartelèment, 1979)
- Adiós a la filosofía y otros textos (Alianza Editorial, 1982)
- Anatemas y admiraciones (Aveux et anathèmes, 1987, y Exercices d'admiration, 1986)
- Ese maldito yo (Aveux et anathèmes, 1986)(Tusquets Editores, 1987)
- De lágrimas y santos (Lacrimi si Sfinti, 1986)(Tusquets Editores, 1988)
- Ejercicios de admiración y otros textos (Exercices d'admiration. Essais et portrais) (Tusquets Editores, 1993)
- Breviario de los vencidos (Indreptar Patimas, 1993) (Tusquets Editores, 1998)
- Conversaciones (Entretiens) (Tusquets Editores, 1996)
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