En los primeros 10 minutos tu cuerpo recibe el 100%
de tu ingesta diaria recomendada de azúcar, que equivale más o menos a diez
cucharaditas de azúcar. No vomitas porque el ácido fosfórico reduce el sabor
permitiéndote digerirlo.
A los 20 minutos hay un pico de azúcar en el cuerpo elevando la insulina, y tu hígado convierte toda la azúcar que sobra en grasa. A los 40 minutos el cuerpo absorbe toda la cafeína disponible, tus pupilas se dilatan, tu presión sanguínea aumenta y tu hígado envía mucha, mucha, mucha glucosa a tu aparato circulatorio.
5 minutos más tarde, la dopamina comienza a producirse en tu cerebro. Esta hormona es un neurotransmisor que causa en última instancia el aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial. En una escala mucho menor, por supuesto, esta es la respuesta del organismo ante el consumo de heroína.
A la hora de haber consumido la bebida el metabolismo aumenta para quemar la cantidad de grasa producida abruptamente. Además, en este momento las propiedades diuréticas de la cafeína comienzan a jugar su papel, y se supone que esto te permita eliminar todo el magnesio, calcio, zinc, sodio, electrolitos y agua que el consumo de la bebida hizo que sobre en tu cuerpo.
La crisis está a punto de terminar, pero aún falta un poco para que todo vuelva a la normalidad.
Así como el azúcar aumentó de forma desproporcionada en tu organismo, lo mismo ocurre con su decrecimiento. El cuerpo había comenzado a funcionar con esa concentración de glucosa, pero ahora le hace falta. Te vuelves ligeramente irritable y un tanto lerdo. Además, en términos fisiológicos has eliminado mucha agua por la acción diurética de la cafeína, y ello produce deshidratación. Lo peor es que al haber eliminado tanto líquido con él se han escapado los nutrientes que tu cuerpo pudo haber usado para hidratarte, y debes quemar recursos de reserva.
Los refrescos o sodas azucaradas no son un enemigo público, pero sí la combinación de dosis masivas de azúcar combinadas con el ácido fosfórico y la cafeína.
A los 20 minutos hay un pico de azúcar en el cuerpo elevando la insulina, y tu hígado convierte toda la azúcar que sobra en grasa. A los 40 minutos el cuerpo absorbe toda la cafeína disponible, tus pupilas se dilatan, tu presión sanguínea aumenta y tu hígado envía mucha, mucha, mucha glucosa a tu aparato circulatorio.
5 minutos más tarde, la dopamina comienza a producirse en tu cerebro. Esta hormona es un neurotransmisor que causa en última instancia el aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial. En una escala mucho menor, por supuesto, esta es la respuesta del organismo ante el consumo de heroína.
A la hora de haber consumido la bebida el metabolismo aumenta para quemar la cantidad de grasa producida abruptamente. Además, en este momento las propiedades diuréticas de la cafeína comienzan a jugar su papel, y se supone que esto te permita eliminar todo el magnesio, calcio, zinc, sodio, electrolitos y agua que el consumo de la bebida hizo que sobre en tu cuerpo.
La crisis está a punto de terminar, pero aún falta un poco para que todo vuelva a la normalidad.
Así como el azúcar aumentó de forma desproporcionada en tu organismo, lo mismo ocurre con su decrecimiento. El cuerpo había comenzado a funcionar con esa concentración de glucosa, pero ahora le hace falta. Te vuelves ligeramente irritable y un tanto lerdo. Además, en términos fisiológicos has eliminado mucha agua por la acción diurética de la cafeína, y ello produce deshidratación. Lo peor es que al haber eliminado tanto líquido con él se han escapado los nutrientes que tu cuerpo pudo haber usado para hidratarte, y debes quemar recursos de reserva.
Los refrescos o sodas azucaradas no son un enemigo público, pero sí la combinación de dosis masivas de azúcar combinadas con el ácido fosfórico y la cafeína.
¿Tienes sed? Bebe agua.
¿Tienes antojo? Bebe medio vaso de cola; no
hay necesidad de beber medio litro entero.
Fuente:
ojo científico.com
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