Oda al caballo olvidado
Aquel caballo solo y amarrado
en un pobre porrero
de mi patria,
aquel pobre caballo
es un recuerdo,
y ahora
cuando todos los caballos
acuden al relámpago,
a la luz repentina de mi oda,
el olvidado viene,
el apaleado,
el que acarreò la leña de los montes,
las piedras
crueles
de cancera y costa,
él,
no viene galopando
con incendiarias crines
ondulando en el viento,
no llega
intacta grupa como
manzana de la nieve,
no,
así no llega.
Llega rengueando, apenas
sus cuatro patas andan
y su cabeza inmòvil
es torre
de tristeza,
y así
llega a mi oda,
así el caballo llega a que lo cante.
Trotò por todos los caminos duros,
comiò mal con sus muelas amarillas,
bebiò poco -su dueño
usaba más palo que pozo-,
está seco mi amigo
de lomo
puntiagudo,
y tiene un alma flaca de violín,
un corazòn cansado,
el pelo de una alfombra suburbana.
Ay viéndolo, tocándolo,
se ven sus muchos huesos,
el arca que protegen las costillas,
los agobiados fémures caídos
en los trabajadores metatarsos
y el cráneo, catedral de hueso puro,
en cuyos dos airares
viven dos santos ojos de caballo.
Entonces me miraron con la prueba
de un extenso, de un ancho sufrimiento,
de un sufrimiento grave como el Asia
caminando con sed y con arena,
y era aquel pobre y nòmade caballo
con su bondad algo que yo buscaba,
tal vez
su religiòn sin ilusiones.
Desde entonces me buscò su mirada
dentro de mí, contra tantos dolores
padecidos por hombres y caballos,
y no me gusta, no, la suave liebre,
ni el leòn, ni el halcòn,
ni los puñales de los tiburones,
sino aquella mirada,
aquellos ojos fijos
en la tranquilidad de la tristeza.
Tal vez alguien pregunte
por la forma
del alado y elástico
caballo, del puro
corcel de cabalgata,
orgullo del desfile,
bala de la carrera:
y bien, celebro
su donaire de avispa,
la flecha que con líneas lo dibuja
desde el belfo a la cola
y baja por metálicos tobillos
hasta nerviosos cascos presurosos.
SÍ, tal vez es la vela del velero,
la claridad de una cadera amada,
la curva de la gruta de una ola,
lo que puede acercarse a la belleza,
al veloz arabesco de un caballo,
a su estampa acuñada sobre un vuelo,
dibujada en el sello del rocío.
Pero no va mi oda
a volar con el viento,
a correr con la guerra
ni con los regocijos:
mi poesía se hizo paso a paso,
trotando por el mundo,
devorando caminos pedregosos,
comiendo con
los miserables
en el mesòn glacial de la pobreza,
y me debo
a esas piedras
del camino,
a la sed, al castigo del errante,
y si un nimbo saqué de aquella aurora,
si rescaté el dolor para cantar victoria,
ahora la corona
de laurel fresco para el sufrimiento,
la luz que conquisté
para las vidas
la doy para esa gloria de un caballo,
de uno que aguantò peso, lluvia y golpe,
hambre y remota soledad y frío
y que no sabe, no, para qué vive,
pero anda y anda y trae carga y lleva,
como nosotros, apaleados hombres,
que no tenemos dioses sino tierra,
tierra que arar, que caminar, y cuando
ya está bastante arada y caminada
se abre para los huesos del caballo
y para nuestros huesos.
Ay caballo
de pobre, caminante,
caminemos
juntos en este espacio duro
y aunque no sepas ni sabrás que sirva
mi razòn para amarte, pobre hermano,
mi corazòn para esta oda,
mis manos para pasarlas sobre tu suave hocico!
en un pobre porrero
de mi patria,
aquel pobre caballo
es un recuerdo,
y ahora
cuando todos los caballos
acuden al relámpago,
a la luz repentina de mi oda,
el olvidado viene,
el apaleado,
el que acarreò la leña de los montes,
las piedras
crueles
de cancera y costa,
él,
no viene galopando
con incendiarias crines
ondulando en el viento,
no llega
intacta grupa como
manzana de la nieve,
no,
así no llega.
Llega rengueando, apenas
sus cuatro patas andan
y su cabeza inmòvil
es torre
de tristeza,
y así
llega a mi oda,
así el caballo llega a que lo cante.
Trotò por todos los caminos duros,
comiò mal con sus muelas amarillas,
bebiò poco -su dueño
usaba más palo que pozo-,
está seco mi amigo
de lomo
puntiagudo,
y tiene un alma flaca de violín,
un corazòn cansado,
el pelo de una alfombra suburbana.
Ay viéndolo, tocándolo,
se ven sus muchos huesos,
el arca que protegen las costillas,
los agobiados fémures caídos
en los trabajadores metatarsos
y el cráneo, catedral de hueso puro,
en cuyos dos airares
viven dos santos ojos de caballo.
Entonces me miraron con la prueba
de un extenso, de un ancho sufrimiento,
de un sufrimiento grave como el Asia
caminando con sed y con arena,
y era aquel pobre y nòmade caballo
con su bondad algo que yo buscaba,
tal vez
su religiòn sin ilusiones.
Desde entonces me buscò su mirada
dentro de mí, contra tantos dolores
padecidos por hombres y caballos,
y no me gusta, no, la suave liebre,
ni el leòn, ni el halcòn,
ni los puñales de los tiburones,
sino aquella mirada,
aquellos ojos fijos
en la tranquilidad de la tristeza.
Tal vez alguien pregunte
por la forma
del alado y elástico
caballo, del puro
corcel de cabalgata,
orgullo del desfile,
bala de la carrera:
y bien, celebro
su donaire de avispa,
la flecha que con líneas lo dibuja
desde el belfo a la cola
y baja por metálicos tobillos
hasta nerviosos cascos presurosos.
SÍ, tal vez es la vela del velero,
la claridad de una cadera amada,
la curva de la gruta de una ola,
lo que puede acercarse a la belleza,
al veloz arabesco de un caballo,
a su estampa acuñada sobre un vuelo,
dibujada en el sello del rocío.
Pero no va mi oda
a volar con el viento,
a correr con la guerra
ni con los regocijos:
mi poesía se hizo paso a paso,
trotando por el mundo,
devorando caminos pedregosos,
comiendo con
los miserables
en el mesòn glacial de la pobreza,
y me debo
a esas piedras
del camino,
a la sed, al castigo del errante,
y si un nimbo saqué de aquella aurora,
si rescaté el dolor para cantar victoria,
ahora la corona
de laurel fresco para el sufrimiento,
la luz que conquisté
para las vidas
la doy para esa gloria de un caballo,
de uno que aguantò peso, lluvia y golpe,
hambre y remota soledad y frío
y que no sabe, no, para qué vive,
pero anda y anda y trae carga y lleva,
como nosotros, apaleados hombres,
que no tenemos dioses sino tierra,
tierra que arar, que caminar, y cuando
ya está bastante arada y caminada
se abre para los huesos del caballo
y para nuestros huesos.
Ay caballo
de pobre, caminante,
caminemos
juntos en este espacio duro
y aunque no sepas ni sabrás que sirva
mi razòn para amarte, pobre hermano,
mi corazòn para esta oda,
mis manos para pasarlas sobre tu suave hocico!
Pablo Neruda
¿Te gustaría saber una curiosidad sobre Pablo Neruda y los caballos?
Pocas personas la conocen...
Durante su infancia en Temuco, Neruda siempre al ir al colegio pasaba a
acariciar a un caballo de cartón piedra de color blanco en una tienda.
La tienda se quemó y el caballo pasó a remate, entonces el lo compra y
lo trae a Isla Negra. Hace una fiesta de bienvenida; lo pinta e invita a
tres amigos a que compren la cola. Los amigos no se ponen de acuerdo y
cada uno llega con una cola. Entonces Neruda coloca una cola arriba y
dos atrás, y le llama “El caballo más feliz del mundo”, por que tenía
tres colas.
El corazón de un caballo pesa en promedio
3,8 kg. El corazón del caballo que pasó a la historia y se convirtió en
leyenda pesaba 9,9 Kg. Antes de llamarse Secretariat, tuvo muchos
nombres: Sceptre, Royal Line, Something Special, Games of Chance y Deo
Volente. Incluso, su nombre de pila no fue suficiente y lo apodaron Big
Red. Secretariat nació el 30 de marzo de 1970, en el Meadow Event park,
en Doswell, Virginia, y desde ese momento mostró signos de grandeza. No
se apegó a su mamá, como la mayoría de los recién nacidos, y su dueña,
Penny Tweedy, decía que era “inteligente, seguro y curioso”. A sus dos
años Secretariat ganó ocho veces consecutivas el primer puesto. Ese
mismo año fue nombrado caballo del año.
El momento más importante de un caballo
de carreras es su tercer año. Antes de pasar a la historia, justo antes
de correr el The Wood Memorial Stakes, descubrieron un absceso bajo el
labio de Secretariat. Ese día el caballo demostró que también se podía
perder. El héroe quedó en tercer puesto, detrás de su rival Sham, que
como siempre, quedó en segundo puesto, y tras Angle Light, que encabezó
la carrera.
1973, Wood Memorial Stakes. Secretariat llegó en tercer lugar.
Ese mismo año, en 1973, Secretariat salió
de último en el Kentucky Derby. Su archienemigo Sham iba en la punta,
pero poco a poco se adelantó y se puso a la cabeza por 2 ½ que lo
separaban de Sham y a los ocho de Our Native, que terminó tercero. Fue
el primero en 28 años en hacer el recorrido en menos de dos minutos. Su
tiempo fue de 1:59 2/5. Esa fue la primera de la Triple Corona que
estaba por ganar.
En el Preakness Stakes, Secretariat salió
de último otra vez. Y otra vez terminó de primero, a 2 ½ cuerpos del
segundo puesto, Sham, y otra vez a ocho cuerpos de Our native. El tiempo
de esta carrera todavía no está claro. Unos decían que fue de 1:55 2/5,
otros 1:54 2/5, 1:53 2/5, 1:52 2/5. Al final, el tiempo oficial fue de
1:54, pero el Daily Racing Form, la revista más consultada de la hípica
estadounidense, publicó su propio tiempo: 1:53 2/5.
El 9 de junio de 1973, en el Belmont
Stakes, Secretariat y Shawn se encontraron de nuevo. Las apuestas
estaban hechas y 67.605 pares de ojos, de orejas y de fosas nasales, se
preparaban para una carrera que sería histórica. Esta vez Shawn no
terminó de segundo, sino de último, y Secretariat no terminó en primer
lugar por 2½ cuerpos, sino por 31. Ese día Secretariat no sólo rompió el
record del margen-de-victoria, que era de 25 cuerpos, hecho por Count
fleet, sino que corrió la milla y media más rápida de la historia. Hasta
hoy ningún caballo ha roto ese récord de 2:25 por 1 ½ ml.
Belmont Stakes, 1973.
Así fue como Secretariat se puso tres
coronas en un sólo año y pasó a la historia como el primero en 25 años
en ganar la triple corona. Desde entonces, ningún otro caballo lo ha
logrado. Secretariat siguió su carrera y viajó a Chicago, donde ganó
Arlington Invitational, después se fue a Saratoga, donde perdió por un
cuerpo ‒porque tenía fiebre‒, y luego ganó la copa Malboro contra un
montón de caballos veteranos.
En enero de 1973 murió Christopher
Chenery, el papá de su dueña, Penny Tweedy. Como fundador del Meadow
Stud, dejó muchas deudas que su familia pagó con la venta de Secretariat
por $6.08 millones de dólares. El trato era que cuando los días de
carrera terminaran para Secretariat, un sindicato de raza sería su nuevo
dueño. Así que su última carrera fue en el Canadian International
Stakes. Cuando ganó la carrera de 1 5/8 ml por 6 ½ cuerpos (48 pies),
sus días de corredor llegaron a su fin. Ese mismo año también fue
nombrado Caballo del año y ganó el premio Eclipse, el American Champion
Three-Year-Old Male Horse, y el American Champion Male Turf Horse.
Secretariat se retiró con una despedida formal en el Aqueduct Park, el
seis de noviembre de 1973, con seis mil fans que hicieron un día sin
carreras, para poder despedirse en persona del gran caballo.
En su vida profesional, Secretariat ganó
16 de 21 carreras, con tres segundos puestos y un tercero y un total de
$1, 316,808 dólares. Cuando se jubiló, su fama no se fue. Se mantuvo
junto a él y lo llevó a la cima. Incluso, llegó a ser más famoso que el
presidente Nixon. Decían que si Secretariat se lanzaba como presidente,
seguro ganaría. Su fama se dio porque la gente lo podía mirar y no había
política de por medio. En tiempos donde rondaba la incertidumbre y el
escándalo, este héroe traía tranquilidad.
Luego buscaron la forma de convertir a
Secretariat en papá, pero tenía varias cantidades de espermatozoides
inmaduros. A pesar de la noticia, decidieron intentarlo y lo cruzaron
con una yegua llamada Leola. La cría se dio. John y Lynn Nankivil, de
Winona, Minnesota, compraron a Leola con su cría. El 15 de noviembre de
1974, la NBC y la CBS llegaron con cámaras y equipos a presenciar el
nacimiento del primer hijo de Secretariat.
First Secretary pesó 57,1 kg, midió nueve
manos y dos pulgadas. Nunca corrió, a diferencia de sus cuarenta
hermanos, que fueron grandes corredores y ganadores, como Lady Secret,
que fue elegida Caballo del año.
Tras su fama, tras dejar de ser un
caballo y convertirse en una leyenda, Secretariat sufrió Laminitis en
sus cascos en 1989. El 4 de octubre de 1989, en la granja de Claiborne,
París, en Kentucky, la inyección mortal entró a sus venas y la estrella
de 19 años murió. Lo llevaron a la universidad de Kentucky y allí el
doctor Thomas Swerczek lo abrió y vio su corazón. Era grande, era
enorme, era el corazón de un purasangre más grande que se había visto.
De la realidad a la gran pantalla...
Secretariat intenta ser
la historia de carreras de caballos más dominante de los últimos
tiempos, en la que sus protagonistas, con la ayuda de un caballo, vencen
obstáculos, aparentemente insuperables. Y desde el 8 de octubre está en
las salas de Estados Unidos.
Pero por lo que dicen los críticos el argumento dramático de esta película de Disney, ambientada en 1973, carece de la mayor parte de los ingredientes vitales de la fórmula de película del desvalido tradicional.
Su guión, escrito por Mike Rich, basado en el libro Secretariat: Making of a Champion (Secretaría:
La fabricación de un campeón) de William Nack, adopta un marco de
granja convencional: Cuando sus padres fallecen unos meses, el uno
después del otro, a Penny (Diane Lane), ama de casa de
Denver , le aconsejan vender las cuadras de su familia, una empresa de
cría caballar poco rentable, a fin de pagar altos impuestos estatales.
Entonces,
ella trama un esquema bastante loco, apostando la granja a que su nuevo
caballo, Big red, en quien ella tiene una fe casi mesiánica, ganará los
eventos del Derby de Kentucky, Preakness y la carrera de Belmont. O
sea, sería el triunfador de una triple corona.
Por supuesto, el caballo bajo el nombre artístico de Secretariat, va a hacer sólo eso, pero después de que la película nos sujeta a casi dos horas del melodrama fabricado.
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