Allí,
cuando llegaban los días otoñales y nos reuníamos en torno a la hoguera
a asar pajaritos y patatas en las latitas que llevábamos con nosotros,
surgían otra clase de charlas, diferentes de las antiguas en que sus
orígenes eran siempre librescos. Alguien acababa de leer un libro de
aventuras, o un libro científico, e inmediatamente toda la calle se
animaba con la introducción de un tema hasta entonces desconocido.
Ese
era nuestro único modo de aprender las cosas: recostados contra la
valla, por decirlo así, mientras asabamos pajaritos y patatas. Aquellos
retazos de saber penetraban profundamente... tan profundamente, de
hecho, que más adelante, confrontados con conocimientos más exactos,
muchas veces resultaba difícil desalojar los antiguos. (...)
Tampoco me parece extraño ahora que en aquellos días la mayoría de nuestras conversaciones versaran sobre lugares remotos, (...)
mil y un objetos que nunca mencionaban en la casa ni en la escuela y
que eran de vital importancia para nosotros porque estabamos hambrientos
de saber y el mundo estaba lleno de maravilla y misterio y, sólo cuando
nos reuniamos en el solar vacío tiritando, nos poníamos a hablar en
serio y sentíamos necesidad de comunicación,a un tiempo agradable y
aterradora.
Hasta que nos obligaron a trabajar, el mundo era muy pequeño y vivíamos en su periferia, en la frontera , por decirlo así, de lo desconocido.
Hasta que nos obligaron a trabajar, el mundo era muy pequeño y vivíamos en su periferia, en la frontera , por decirlo así, de lo desconocido.
Nada
he ganado con la ampliación de mi mundo: al contrario, he perdido.
Quiero volverme cada vez más infantil y superar la infancia en la
dirección contraria. Quiero desarrollarme en sentido exactamente
contrario al normal, pasar a un reino superinfantil del ser, que será
absolutamente demencial y caótico, pero no como el mundo que me rodea.
He
sido adulto, padre y miembro responsable de la sociedad. Me he ganado
el pan de cada día. Me he adaptado a un mundo que nunca fue mío. Quiero
abrirme paso a través de este mundo más amplio y encontrarme de nuevo en
la frontera de un mundo ignoto que arroje a las sombras este mundo
descolorido, unilateral. Quiero pasar de la responsabilidad de padre a
la irresponsabilidad de hombre anárquico , al que no se puede someter,
sobornar ni calumniar. Quiero adaptar como guía a Oberón, el jinete
nocturno que, bajo sus negras alas desplegadas, elimina tanto la belleza
como el horror del pasado; quiero huir hacia una aurora perpetua con
una rapidez y una inexorabilidad que no permita el pesar, la lamentación
ni el arrepentimiento. Quiero sobrepasar al hombre inventivo, que es un
azote de la tierra, para encontrarme de nuevo ante un abismo
infranqueable que ni siquiera las alas más robustas me permitan
atravesar.
Aun
cuando deba convertirme en un parque salvaje y natural habitado sólo
por soñadores ociosos, no he de detenerme a descansar aquí, en la
estúpidez ordenada de la vida adulta y responsable. He de hacerlo en
memoria de un niño al que sofocó y asfixió la aquiescencia mutua de los
que han cedido.
Regreso a un mundo más pequeño aún .Cualquier otro mundo carece de sentido para mí y es ajeno y hostil.
Regreso a un mundo más pequeño aún .Cualquier otro mundo carece de sentido para mí y es ajeno y hostil.
Al volver a atravesar el mundo luminoso que conocí de niño, no deseo descansar en él, sino abrirme paso a la fuerza hasta un mundo más luminoso del que debo de haber escapado. Cómo será ese mundo, no lo sé, ni estoy seguro siquiera de poder encontrarlo, pero es mi mundo y ninguna otra cosa me intriga.
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