Una inquietud mueve las fontanelas de la Tierra. Una conversación que se acaba está abocada, irremediablemente, al estertor de los monólogos. A todo lo que dice, imperturbable, su vacío. Parto en la multiplicidad, voces imaginarias que suplen al que espera. ¿Vivimos en aquello que nombramos tan sólo los cobardes? Hablar tanto, ¿por qué, si no es para no equivocarme? Y dejar de decir lo que quiero decir: mira, si no, lo bien que les funciona a las estatuas.
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