lunes, 2 de septiembre de 2013

Cuento para la niña triste, José Ángel Buesa



¿Sabes tú?
Mi vida es como un canto que nadie ha de cantar,
pues tuvo las violentas inquietudes del mar
y el espejismo de la droga hindú...

Yo anduve errante, soñador proscrito,
un año, o veinte, o quizás cien,
y medí las pirámides de Egipto
y las murallas de Jerusalén.

Yo tuve más tesoros que los Zares,
y un diamante mayor que el Gran Mongol,
y en cada uno de los siete mares
me vio náufrago el sol.

Yo visité con tembloroso paso,
como quien rinde un fúnebre tributo,
la húmeda celda de Torcuato Tasso
y el oscuro taller de Benvenuto.

Yo busqué en los jardines de Versalles
la huella leve de María Antonieta,
y lloré por Ronaldo en Roncesvalles
y por Icaro en Creta.

Y como fin de una aventura rara,
enloquecido por un astro hostil,
fui jeque de un aduar en el Sahara
y negrero en la Costa de Marfil.

Aún guardo en el cristal de una redoma,
para unir mis creencias y mis dudas,
un pelo de la barba de Mahoma
y una hoja del árbol donde se ahorcara Judas.

Tuve un corcel de resonante casco
que florecía en la llanura seca,
y mendigué en las calles de Damasco,
y oré en una mezquita de La Meca.

Y mucho más, que huyó de mi memoria
y que quizás no ha de volver jamás:
Días de amor y odio, de fracaso y de gloria;
y mucho más...y mucho más...

¿Sabes tú? Quizás nada ha sido cierto.
Acaso únicamente lo soñé...
- No sé bien si dormido o despierto;
no sé... -

Quizás la vida que he vivido ha sido
tan abrumadoramente vulgar,
que inventé los recuerdos
por no morir de olvido,
y nunca vi de cerca el mar.

Pero si sé que he naufragado
en una lágrima de mujer:
Fue un naufragio romántico,
a la luz de la Luna,
y me quedé en el fondo, sin querer.



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