La física de la nieve merece un capítulo a parte en
todos los tratados de meteorología. La formación de un copo de nieve es
un proceso muy complejo en el que intervienen innumerables factores
variables tales como la presión atmosférica, la presión parcial de
vapor, la humedad que contiene el aire, la temperatura del mismo…
Trataremos de acotarlos para intentar ofrecer una idea genérica del
porqué la formación de copos de nieve tan diferentes entre sí.
La nieve, los copos de nieve, no son más que hielo. Pero no se trata sencillamente de gotas de lluvia congeladas. Eso es la lluvia engelante. Para que se forme un copo de nieve es necesario que el vapor de agua que contiene una nube (no confundir con las gotas de agua minúsculas que forman la nube) se convierta en hielo sin pasar por el estado líquido. ¿Cómo es posible esa transformación? Gracias a una condición especial del comportamiento de una masa de aire: la ‘sobresaturación’ En numerosas ocasiones la humedad relativa, la cantidad de vapor de agua contenido en una nube, puede ser superior al 100%. En ese momento, el vapor puede convertirse directamente en hielo (se ‘sublima’) Cuando ese proceso tiene lugar en el seno de la nube aparecen los copos básicos, que tienen forma de hexágono. Una vez formado ese cristal primario, las condiciones de temperatura y humedad presentes en la región de origen, es decir, en la nube, determinarán las condiciones de crecimiento de ese cristal primario hasta convertirse en un copo de nieve. Nuevas partículas de agua o de vapor se adhieren al cristal primario para formar el copo de nieve. Esa agregación tiene una geometría diferente en función de la temperatura en el interior de la nube. La relación ha sido establecida claramente en los experimentos de laboratorio, pero realmente los físicos no saben por qué los copos de nieve adquieren una determinada forma en función de la temperatura a la que se forma. Como puede apreciarse en el cuadro los copos de nieve de mayores dimensiones y de geometría más compleja se forman cuando la temperatura en el interior de la nube oscila entre los -10ºC y los -20ºC y la carga de humedad se sitúa alrededor de los 0, 2 g/m3.
Para que los copos de nieve conserven su forma original adquirida en la nube es necesario que las condiciones atmosféricas en el estrato que va de la base de la nube a la superficie sean muy homogéneas y parecidas a las de la nube. La condición imprescindible para que el copo de nieve llegue a la superficie es que el nivel de congelación esté por debajo de los 300 m de altitud. Por regla general, cuando la temperatura está por debajo de 1, 5ºC en superficie las precipitaciones son en forma de nieve. Si la temperatura es superior a esos 1, 5ºC, la nieve se mezcla con precipitación líquida. Rara vez nieva con una temperatura en superficie superior a los 4ºC. Así, basta que haya una diferencia de un par de grados entre la base de la nube y la superficie para que los copos de nieve sufran en su caída una transformación y un deterioro importante.
Ukichiro Nakaya creó el primer copo de nieve artificial hace casi 80 años, después de haber realizado uno de los estudios más completos sobre cristales de hielo. Además, Nakaya fotografió una gran cantidad de cristales de nieve, catalogando sus distintos tipos. Sus observaciones se resumen hoy en un diagrama morfológico de los cristales, que predice sus formas en función de variables como la temperatura y la humedad. Como todos lo hemos hecho alguna vez, se planteó la pregunta ¿Por qué los copos de nieve tienen, casi siempre, una forma hexagonal simétrica?
La nieve, los copos de nieve, no son más que hielo. Pero no se trata sencillamente de gotas de lluvia congeladas. Eso es la lluvia engelante. Para que se forme un copo de nieve es necesario que el vapor de agua que contiene una nube (no confundir con las gotas de agua minúsculas que forman la nube) se convierta en hielo sin pasar por el estado líquido. ¿Cómo es posible esa transformación? Gracias a una condición especial del comportamiento de una masa de aire: la ‘sobresaturación’ En numerosas ocasiones la humedad relativa, la cantidad de vapor de agua contenido en una nube, puede ser superior al 100%. En ese momento, el vapor puede convertirse directamente en hielo (se ‘sublima’) Cuando ese proceso tiene lugar en el seno de la nube aparecen los copos básicos, que tienen forma de hexágono. Una vez formado ese cristal primario, las condiciones de temperatura y humedad presentes en la región de origen, es decir, en la nube, determinarán las condiciones de crecimiento de ese cristal primario hasta convertirse en un copo de nieve. Nuevas partículas de agua o de vapor se adhieren al cristal primario para formar el copo de nieve. Esa agregación tiene una geometría diferente en función de la temperatura en el interior de la nube. La relación ha sido establecida claramente en los experimentos de laboratorio, pero realmente los físicos no saben por qué los copos de nieve adquieren una determinada forma en función de la temperatura a la que se forma. Como puede apreciarse en el cuadro los copos de nieve de mayores dimensiones y de geometría más compleja se forman cuando la temperatura en el interior de la nube oscila entre los -10ºC y los -20ºC y la carga de humedad se sitúa alrededor de los 0, 2 g/m3.
Para que los copos de nieve conserven su forma original adquirida en la nube es necesario que las condiciones atmosféricas en el estrato que va de la base de la nube a la superficie sean muy homogéneas y parecidas a las de la nube. La condición imprescindible para que el copo de nieve llegue a la superficie es que el nivel de congelación esté por debajo de los 300 m de altitud. Por regla general, cuando la temperatura está por debajo de 1, 5ºC en superficie las precipitaciones son en forma de nieve. Si la temperatura es superior a esos 1, 5ºC, la nieve se mezcla con precipitación líquida. Rara vez nieva con una temperatura en superficie superior a los 4ºC. Así, basta que haya una diferencia de un par de grados entre la base de la nube y la superficie para que los copos de nieve sufran en su caída una transformación y un deterioro importante.
Ukichiro Nakaya creó el primer copo de nieve artificial hace casi 80 años, después de haber realizado uno de los estudios más completos sobre cristales de hielo. Además, Nakaya fotografió una gran cantidad de cristales de nieve, catalogando sus distintos tipos. Sus observaciones se resumen hoy en un diagrama morfológico de los cristales, que predice sus formas en función de variables como la temperatura y la humedad. Como todos lo hemos hecho alguna vez, se planteó la pregunta ¿Por qué los copos de nieve tienen, casi siempre, una forma hexagonal simétrica?
Si hay algo que caracteriza a los cristales de hielo que componen los copos de nieve,
es la variedad de su forma. A pesar de que -en general- todos tienen
una simetría hexagonal, es prácticamente imposible encontrar dos iguales
¿Por qué ocurre esto, si se forman dentro de una misma nube, sometida a
las mismas condiciones atmosféricas?
El secreto está, como sabemos
actualmente, en la temperatura y la supersaturación del vapor de agua
en el momento en que los cristales se desarrollan. El cristal comienza a
crecer alrededor de una pequeña impureza química -generalmente el polvo
que se encuentra flotando en la atmósfera- en el aire. La estructura
molecular del cristal de hielo es extremadamente sensible a los factores
ambientales mencionados, y pequeñas variaciones en algunos de esos
parámetros dan como resultado cristales completamente diferentes. Hoy
creemos comprender los principios físicos que gobiernan su desarrollo,
aunque seguimos siendo incapaces de predecir con algún grado de certeza cuál será la forma exacta de un cristal de nieve
- La gente -y en especial los científicos- se han sentido atraídos por la forma de los cristales de hielo que conforman los copos desde prácticamente la primera vez que un humano vio nevar. Es muy posible que el primer científico que haya abordado metódicamente este problema haya sido Johannes Kepler, que en 1611 escribió el primer tratado “serio” dedicado a la morfología de los cristales de nieve de que se tenga noticia. René Descartes también se preocupó por esta cuestión y -luego de una larga investigación- hizo público en 1637 en su tratado sobre los fenómenos meteorológicos: “Les Météores.” Pero estos estudios se limitaron a describir la variedad de cristales existentes, sin lograr explicar su origen.Hubo que esperar decenas y décadas de años, hasta finales del siglo XIX, cuando la invención de la fotografía permitió realizar un análisis más profundo de los cristales de hielo. Así fue como Wilson Bentley pudo crear un catalogo de más de 5000 formas y publicó la mayor parte de ellas en un libro editado en 1931. Es posible que la belleza de las imágenes capturadas por Bentley sean las responsables de que los cristales de nieve se hayan convertido en un verdadero icono del invierno. Finalmente, y luego de intentarlo durante siglos, la humanidad estaba a punto de comprender cómo se formaban estos cristales.
¿Cómo se producen estructuras tan diferentes a partir de el mismo material? Fue el japonés Ukichiro Nakaya quien realizó los primeros estudios “de laboratorio”. Intrigado como quienes lo precedieron por la forma en que adoptaban los cristales a lo largo de su crecimiento, logró, en 1933, obtener los primeros cristales de nieve “sintéticos”. Nakaya realizó experimentos en los que variaba ligeramente la temperatura y el nivel de supersaturación del agua, y observó la influencia que esto tenía sobre la forma de los cristales generados.El perfil general de todos los copos siempre será hexagonal. A pesar de la variedad casi infinita de cristales que pueden generarse, es la forma de la molécula de agua la que dicta su simetría. Dado que el H2O es un perfecto triángulo equilátero, cada nodo de crecimiento del cristal no tiene otra opción que “pegarse” en un ángulo de exactamente 60 grados con respecto a los vértices del triángulo. Este hecho es el responsable de que, en cada “capa” de crecimiento, seis de esos “triángulos moleculares” formen la base del crecimiento siguiente, por lo que la forma será siempre hexagonal. Sin embargo, conocer esto no basta para determinar la forma del cristal resultante. Sabemos que la parte estática del proceso genera objetos con simetría hexagonal, pero poco podemos decir sobre su aspecto dinámico: ¿Formará facetas? ¿Será único o se fragmentará en comunidades más pequeñas? Todo esto depende de la ubicación espacial de cada uno de los átomos que se agregan a la estructura, un proceso lo suficientemente complicado como para tornarse impredecible. Esta es la causa de que al examinar dos nevadas separadas por solo unas horas uno pueda encontrar cristales con agujas muy diferentes.Diagrama morfológico de los cristales, por Ukichiro Nakaya. ¿Cómo puede ser que se produzcan estructuras tan diferentes a partir de exactamente el mismo material? El doctor Kenneth Libbrecht -profesor de física en el CalTech- es una de las personas que mejor han estudiado este proceso, y cree tener una respuesta: “Cada columna, aguja y placa de forma estrellada que nos cae del cielo, comienza como un sencillo prisma hexagonal, que es la forma básica de un cristal de nieve. Esta forma básica tiene dos facetas que llamamos `basales´ y seis facetas `prismáticas´. Sin embargo, la estructura final depende de las velocidades de crecimiento relativo en las superficies de las facetas: el vapor se condensa más rápidamente en las caras prismáticas. El mero hecho de que existan cristales columnares y planos exige que la velocidad de crecimiento varíe en un factor de 1000 bajo diferentes condiciones". La solución, parece, pasa por comprender el proceso de su crecimiento individual más que en el resultado final, ya que allí se originan las diferencias.Somos incapaces de predecir la forma de estos cristales.
Este mismo razonamiento fue el que llevó a Ukichiro Nakaya, hace casi un siglo, a cultivar y hacer crecer sus propios copos de nieve. Dentro de su laboratorio podría estudiar el proceso de formación bajo condiciones controladas. Sus observaciones se resumen en un diagrama morfológico de los cristales, que muestra la manera en que la temperatura y la humedad determinan a grandes rasgos la forma de los cristales. Como ves en la figura, la temperatura se representa sobre el eje horizontal y la humedad en el vertical. Nakaya muestra qué ocurre cuando la escala sobrepasa el 100% de humedad, situación conocida como “sobresaturación de agua”. La línea azul muestra las diferencias que aparecen en el diseño de los cristales que se forman por encima y por debajo de ella. Es evidente que los cristales relativamente simples comienzan a volverse más y más complejos a medida que aumenta la humedad. Algunas formas, como las estrelladas o las que tienen múltiples ramas, sólo se forman con índices de humedad muy altos.Aunque no sepamos exactamente como son sus copos, las nevadas siguen siendo bellas. También se ve como la forma varía dramáticamente en función de la temperatura. El hecho de que los cristales vuelvan a formas simples cuando la temperatura desciende demasiado es particularmente difícil de explicar, y 75 años después del análisis de Nakaya seguimos sin entender por qué esos grandes cambios morfológicos son causados por apenas unos pocos grados de diferencia. Hoy sabemos que la presión atmosférica también influye en la forma final, por lo que no sólo interviene dos variables, sino al menos tres. Y quizás más. Libbrecht explica que “de hecho, el diagrama morfológico de los cristales de nieve es una simple `rebanada´ bidimensional de una realidad mucho más compleja y multidimensional. Si agregamos un tercer eje -el tiempo-, veremos que los cristales se hacen mucho mayores y más complejos conforme pasa el tiempo.” Es posible que nunca logremos predecir con exactitud qué forma tendrá un copo de nieve determinado, pero eso, obviamente, no hace más que aumentar su belleza. Cada uno de los cristales con los que seguramente soñaba Nakaya es único, casi una obra de arte de la naturaleza, y eso es lo que importa.La nieve en la literatura:Como no hallo la hora de que se entere de la buena noticia,
no voy a quitarle mucho de su precioso tiempo. Lo único que quería
decirle no más es qué cosas tiene la vida. Usted quejándose de que la
nieve le llega hasta las orejas, y fíjese que yo jamás de los jamases he visto ni siquiera un copo. Salvo en el cine, claro. A mí me gustaría estar con usted en París nadando en nieve. Empolvándome en ella como un ratón en un molino. Qué raro que aquí no nieva, cuando es Pascua.
¡Seguramente, culpa del imperialismo yankee! De todas maneras, como señal de gratitud por su hermosa carta y su regalo, le dedico este poema que escribí para usted, inspirado en sus odas, y que se llama -no se me ocurrió un título más corto- Oda a la nieve sobre Neruda en París (pausa y carraspeo).
Blanda compañera de pasos sigilosos,
abundante leche de los cielos,
delantal inmaculado de mi escuela,
sábana de viajeros silenciosos
que van de pensión en pensión
con un retrato arrugado en los bolsillos.
Ligera y plural doncella,
ala de miles de palomas,
pañuelo que se despide
de no sé qué cosa.
Por favor mi pálida bella,
cae amable sobre Neruda en París,
vístelo de gala con tu albo
traje de almirante,
y tráelo en tu leve fragata
a este puerto donde lo echamos tanto de menos.El cartero de Neruda, Antonio Skármeta
La nieve en el cine:Silencio en la nieveLas nieves del KilimanjaroMonet y la nieveLa urraca (1869), Musée d'Orsay
La carreta (c. 1867), Musée d'Orsay
Témpanos de hielo, Mañana con neblina (1894)
Invierno en el Sena, Lavacourt (1879-80)
Sol de invierno, Lavacourt (1879-80), Musée des Beaux-Arts, Le HavreEl fiordo de Christiania (1895), Nasjonalgalleriet, Oslo
El fiordo cerca de Christiania (1895)
Las orillas del fiordo en Christiania (1895)
Casas en la nieve, Noruega (1895), colección particular
Sandviken, Noruega (1895), Art Institute of Chicago
Lavacourt, sol y nieve (1878-80)
Paisaje cerca de Honfleur (c. 1867)
Nieve en Argenteuil (1875)
Efecto de nieve o El Boulevard de Pontoise en Argenteuil (1875)
Iglesia de Vétheuil, invierno (1879), Musée d'Orsay
Iglesia de Vétheuil, nieve (1879), Musée d'Orsay
Sandviken, Noruega (1895), colección particular
Iglesia en Jeufosse (1893)
Tren en la nieve (1875), Musée Marmottan, París
Escarcha blanca (1875)
Boulevard Saint Denis, Argenteuil en invierno (1875), Boston Museum of Fine Arts
Efecto de nieve en Limetz (1885-86)
Nieve en Argenteuil (1874)
Nieve en Argenteuil (1874), Boston Museum of Fine Arts
Vista de Argenteuil bajo la nieve (1875), Nelson-Atkins Museum of Art, Kansas
Camino de Giverny en invierno (1885)
Efecto de nieve con sol poniente (1875), Musée Marmottan, París
Boulevard des Capucines (1873), Nelson-Atkins Museum of Art.
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