“No
puedo… no debo… no tengo ganas… no sé.
No, no,
no... ¿Siempre dices «no»?
Ahora
entiendo por qué se te ve tan triste.
Has
dejado instalado en tu interior el «NO», y la sombra de esa palabra es
alargada.
Destiérrela
de una vez por todas o acabará paralizándote”.
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