Científicos de la UC3M recrean en laboratorio una ola de tubo estática, cuya cresta ni avanza ni retrocede.
Lo han hecho para poder estudiarla a fondo. Los conocimientos obtenidos permitirán mejorar el diseño de barcos o responder mejor a lo que ocurre en la superficie marina cuando una ola se rompe, entre otras aplicaciones.
Lo han hecho para poder estudiarla a fondo. Los conocimientos obtenidos permitirán mejorar el diseño de barcos o responder mejor a lo que ocurre en la superficie marina cuando una ola se rompe, entre otras aplicaciones.
Científicos de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M)
y de la Universidad de California en San Diego (UCSD) han recreado en
el laboratorio una ola de tubo estática, cuya cresta ni avanza ni
retrocede. Esta investigación permitirá mejorar el diseño de barcos y
puertos marinos o analizar cómo se produce el intercambio de dióxido de
carbono entre el océano y la atmósfera.
En general, una ola es una deformación en la superficie de un
líquido que se mueve con una velocidad independiente de la de éste,
explican los investigadores. Por ejemplo: en las olas que se forman al
tirar una piedra a un estanque, el agua permanece en reposo mientras que
las olas se alejan del centro con una velocidad propia.
“En nuestro caso ocurre más bien al contrario: el agua va muy
rápido (a varios metros por segundo), pero la ola se mueve a velocidad
cero. Es decir, permanece fija, ‘congelada’ en el tiempo para un
observador que la ve desde fuera del agua”, explica uno de los autores
de la investigación, Javier Rodríguez, del departamento de Ingeniería
Térmica y de Fluidos de la UC3M en un comunicado de dicha Universidad.
El sueño de cualquier surfista
En el experimento, que se describe en el artículo publicado en la revista Experiments in Fluids,
los científicos han utilizado técnicas de procesado digital de imágenes
y técnicas de visualización iluminando con láser para reconstruir la
forma de la ola en tres dimensiones y poder compararla con olas reales,
similares a las que cabalgan los surfistas.
“Lo más llamativo es observar una ola de tubo que se queda quieta,
hasta el punto de que podemos meter los dedos debajo de la cresta el
tiempo que queramos y no nos mojamos porque esta ola no rompe nunca”,
describe Javier Rodríguez.
Para conseguir este fenómeno, los científicos construyeron un
pequeño canal en un laboratorio de la Universidad. El prototipo es
relativamente simple, dicen: consiste en una placa semisumergida con una
esquina cuadrada que obstruye parcialmente el flujo en un tanque de
agua con una longitud similar a la de una furgoneta.
“Es la forma más sencilla y barata de producir una diferencia de
alturas en una corriente de agua que se mueve a gran velocidad”, indica
el profesor Rodríguez.
Simulaciones y análisis
En la parte teórica del estudio, en la que los científicos de la
UC3M colaboran actualmente con colegas de la UCSD (EEUU) y de la
Universidad de East Anglia (Reino Unido), utilizan técnicas de
simulación por ordenador y de análisis asintótico para crear una
descripción aproximada de la formación de esta ola.
“Esta descripción es lo suficientemente precisa para entender su
comportamiento: nos aprovechamos del hecho de que la ola es muy esbelta.
Es decir, a medida que nos alejamos de su origen, su tamaño va
creciendo lentamente”, señala Pablo Martínez-Legazpi, investigador de la
UCSD.
“A medida que profundizábamos en el tema – añade - nos hemos dado
cuenta de que este proceso de formación es representativo y común al de
otras olas de gran interés en ingeniería civil y naval, como las olas
que impactan sobre puertos, puentes, barcos o plataformas en condiciones
de mala mar”.
Aplicaciones estructurales y medioambientales
Gracias a este experimento, se puede generar una ola que en la
naturaleza jamás estaría quieta y dejarla inmóvil en el laboratorio el
tiempo que sea necesario para estudiarla en detalle.
Comprender cómo se forman estas olas resulta de gran interés para
predecir la intensidad de los chorros que aparecen cuando las olas
corrientes impactan sobre estructuras marinas (puertos, plataformas
petrolíferas, barcos, etc.) y podría ayudar a anticipar el daño que
pueden causar. De hecho, esta investigación surgió y se financió en
parte por la Marina de EEUU por sus implicaciones en la mejora de la
hidrodinámica naval.
Desde el punto de vista oceanográfico también es una herramienta
muy útil, ya que permite usar una gran cantidad de técnicas de
investigación que en una ola en movimiento serían muy difíciles de
aplicar.
Tiene aplicaciones medioambientales directas: permite responder
mejor a lo que ocurre en la superficie marina cuando una ola se rompe,
lo que tiene interés para comprender cómo se produce el intercambio de
dióxido de carbono entre el océano y la atmósfera.
“Y aunque no tiene nada que ver con la ciencia, también pensamos
que tendría interés para hacer fuentes decorativas o atracciones en
parques acuáticos – apunta Javier Rodríguez - . Si, además de ser
interesante para comprender el océano, te puedes divertir con ella, ¿por
qué no hacerlo?”, concluye.
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