Cinco respuestas correctas a seis preguntas
Nos situamos a principios de 2010 en la universidad de Cambridge. El neurocientífico Adrian Owen se encuentra ante un paciente en estado vegetativo. El hombre está aparentemente inconsciente y no reacciona a ningún estímulo. En el interior de una máquina de resonancia magnética, los investigadores le hacen una serie de preguntas mientras monitorizan su actividad cerebral.
Nos situamos a principios de 2010 en la universidad de Cambridge. El neurocientífico Adrian Owen se encuentra ante un paciente en estado vegetativo. El hombre está aparentemente inconsciente y no reacciona a ningún estímulo. En el interior de una máquina de resonancia magnética, los investigadores le hacen una serie de preguntas mientras monitorizan su actividad cerebral.
“¿Tu padre se llamaba Thomas? ¿Se llamaba
Alexander? ¿Tienes algún hermano? ¿Tienes hermanas?” Una por una, y cada
30 segundos, las señales del escáner muestran las respuestas del
paciente. No, sí, sí, no… Las gráficas contienen una señal cerebral
clara y sorprendente para los científicos. El paciente ha respondido
correctamente a cinco de las seis preguntas, y para la sexta no han
recibido una señal clara.
“Nos quedamos impresionados al comprobar
que el paciente era capaz de responder correctamente a las preguntas
con solo cambiar su pensamiento”, recuerda Owen. Antes de realizar el
experimento, los investigadores le habían explicado lo que debía hacer
para responder. Para contestar “sí”, debía pensar en el acto de jugar al
tenis, una actividad que se refleja en el área motora suplementaria del
cerebro.
Para responder “no”, debía imaginarse vagando por las
habitaciones de su casa, lo que activaría la circunvolución del
parahipocampo, relacionada con la orientación espacial. El estudio
mostraba que, de los 54 pacientes estudiados, cinco fueron capaces de
modular su actividad cerebral cuando se lo pedían. ¿Significa esto que
tenían consciencia? Owen está convencido de que sí.
Volver del otro lado
En 1997, Kate Bainbridge sufrió una infección viral en el cerebro que la dejó en estado vegetativo. Los médicos que la atendieron consideraron que su situación era irreversible y que no reaccionaba a estímulos externos. Hasta que Adrian Owen decidió escanear su cerebro. Durante varias semanas, analizó la actividad cerebral de Kate mediante resonancia magnética y descubrió que algunas respuestas eran iguales que las de cualquier persona sana. Si le ponían delante la foto de un familiar, por ejemplo, las regiones cerebrales de la chica se activaban de la misma forma que en cualquier otro individuo. Unos años después, Kate salió del estado vegetativo y pudo contar lo que había vivido. “La imposibilidad de comunicarse era terrible”, aseguró.
En 1997, Kate Bainbridge sufrió una infección viral en el cerebro que la dejó en estado vegetativo. Los médicos que la atendieron consideraron que su situación era irreversible y que no reaccionaba a estímulos externos. Hasta que Adrian Owen decidió escanear su cerebro. Durante varias semanas, analizó la actividad cerebral de Kate mediante resonancia magnética y descubrió que algunas respuestas eran iguales que las de cualquier persona sana. Si le ponían delante la foto de un familiar, por ejemplo, las regiones cerebrales de la chica se activaban de la misma forma que en cualquier otro individuo. Unos años después, Kate salió del estado vegetativo y pudo contar lo que había vivido. “La imposibilidad de comunicarse era terrible”, aseguró.
¿Existen más casos como el de Kate? La investigadora Davinia Fernández-Espejo trabaja en el Brain and Mind Institute de
la Universidad de Ontario (Canadá). Su objetivo es detectar si los
pacientes de este tipo están conscientes, y para ello está utilizando el
electroencefalograma (EEG). Sus estudios apuntan en la misma dirección
que los de Owen: un porcentaje de los pacientes en coma tiene actividad cerebral que podría ser asociada con la consciencia. “En 2011 estudiamos 19 pacientes en estado vegetativo”,
explica Fernández-Espejo, “y vimos que tres de ellos tenían
consciencia. Les pedíamos que se imaginaran moviendo la mano derecha y
moviendo los dedos de los pies, y la actividad cerebral de tres de ellos
nos indicaba que nos estaban entendiendo. Y el seguimiento de órdenes
es un criterio para demostrar que una persona está consciente”.
Algunos neurocientíficos pusieron en duda el hallazgo y atribuyeron los resultados a una respuesta automática del cerebro a ciertas palabras. Para desmontarlo, el propio Owen realizó una prueba suplementaria: introdujo a una serie de sujetos sanos en un escáner y, sin darles instrucciones, monitorizó su reacción al decirles aleatoriamente las palabras “tenis” o “casa”. Los resultados demostraron que no había señal en las áreas cerebrales que debían activarse, de modo que el cerebro no había respondido de forma automática.
No engañarse
Lo que convierte esta investigación en un asunto vital es que no hay diferencias entre los pacientes que no tienen indicio de consciencia y los que sí. Es decir, puede haber pacientes “atrapados” en un cuerpo inerte sin que los demás sepan que son conscientes de lo que sucede.
Lo que convierte esta investigación en un asunto vital es que no hay diferencias entre los pacientes que no tienen indicio de consciencia y los que sí. Es decir, puede haber pacientes “atrapados” en un cuerpo inerte sin que los demás sepan que son conscientes de lo que sucede.
La reacción de las personas en estado vegetativo
que abren los ojos o realizan algún movimiento también puede llamar al
engaño. “Es cierto que estos pacientes tienen reflejos y hacen ciertos
movimientos”, explica la científica española. “Las familias a veces los
interpretan como intencionales. Muchos conservan el reflejo de risa o
llanto, pero esto no basta para diferenciarlos.” El objetivo de estos
estudios es conseguir identificar a aquellos que tienen consciencia. Los
trabajos de Owen arrojan una cifra escalofriante: un 20%. La esperanza
está en abaratar los experimentos de encefalograma que encabeza
Fernández-Espejo. Se podrán hacer más preguntas, lo que aclarará cuál es
el verdadero estado de su cerebro. “Con una sola prueba”, dice Owen,
“no puedes asegurar que esa persona esté diciendo que sí, pero si tienes
175 preguntas correctas de 190, está bastante claro”.
“Quizá en
un futuro”, concluye Fernández-Espejo, “consigamos que hablen o den
órdenes sencillas, como algunos pacientes tetrapléjicos”.
Fuente:
http://www.quo.es
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