Una pareja que lleva 15 años
de casados prepara la cena. De pronto, la mujer le dice enfadada al
marido: “En todos estos años, jamás me has comprado nada”. Y el hombre
le responde: “¡Haberme avisado de que vendías algo!” Si el chiste te ha
hecho gracia, en tu cerebro se han activado tantas áreas como cuando
resuelves un problema de matemáticas. Has usado la lógica, la memoria,
tu habilidad semántica y tu cognición para entenderlo.
En cambio, si no te has reído... se ha activado solo una: la del aburrimiento.
El
estudio de los mecanismo del humor en el cerebro está convocando cada
vez a más expertos en distintos campos que intentan comprender qué áreas
se activan, por qué y cómo nos damos cuenta de que lo que nos están
contando es un chiste. Porque “puede que por daños en el cerebro no te
rías de nada. Pero tu cerebro sí se ríe”, cuenta desde Cambridge, Tristán Bekinschtein,
neurocientífico especializado en los diferentes estados de conciencia.
Fue este especialista quien probablemente descubrió cómo el cerebro se
da cuenta de que está frente a un chiste: “Enfrentamos voluntarios a
varias oraciones que podían o no finalizar en una gracia. Y lo que
encontramos en nuestra investigación es que en un chiste funcionaban
áreas muy obvias. Por ejemplo, hay más activación en la red frontal
parietal, como cuando por fin te das cuenta de algo. También en el área
tegmental ventral, que se ‘enciende’ cuando ganas algo o pruebas una
droga”.
Esta región es la que gobierna la recompensa, y allí está la razón de
que nos guste tanto reírnos. El neurotransmisor que utiliza esta área de
nuestro cerebro es la dopamina, y esta se relaciona directamente con
las sensaciones de placer. Pero a veces puede ocurrir que reír no sea en
absoluto un placer.
Los primeros estudios relacionados con el humor se efectuaron en 1969 e involucraban a pacientes que sufrían de epilepsia causada por lesiones en el lóbulo frontal; se descubrió que estos tenían alterada la capacidad para percibir el humor. Así resulta que, como cuenta Bob Esponja en uno de sus capítulos, existe una “caja del humor” en nuestro cerebro. Un sitio sin el cual nada nos parece digno de risa. Una reacción que también tiene su caja.
Los primeros estudios relacionados con el humor se efectuaron en 1969 e involucraban a pacientes que sufrían de epilepsia causada por lesiones en el lóbulo frontal; se descubrió que estos tenían alterada la capacidad para percibir el humor. Así resulta que, como cuenta Bob Esponja en uno de sus capítulos, existe una “caja del humor” en nuestro cerebro. Un sitio sin el cual nada nos parece digno de risa. Una reacción que también tiene su caja.
Itzhak Fried,
neurocientífico de la UCLA relata su experiencia con una paciente de 16
años que sufría ataques crónicos: “La estimulamos con electrodos
intracraneales en distintos puntos mientras le pedíamos que llevara a
cabo diferentes tareas: leer, nombrar objetos, señalar colores... De
pronto, cuando dimos una pequeña corriente en un área de 2 por 2
centímetros en la circunvolución frontal superior, la niña, cuyas
iniciales son A. K., empezó a reírse y nos dijo: ‘Qué graciosos son
ustedes... todos ahí, de pie’. A medida que estimulábamos esa zona con
una corriente mayor, A. K. se reía cada vez más fuerte, hasta llegar a
ser una risa contagiosa que le impedía realizar cualquier otra tarea”.
¿Y a ti te parece divertido?
A
nivel neurológico, por ejemplo, la risa tiene implicaciones en la
epilepsia gelástica (gelos significa risa en griego), un tipo de ataque
que se caracteriza por risa involuntaria y grandes despliegues de
energía. También es capaz, según demostró Sophie Schwartz,
del Departamento de Neurociencias del Centro Médico Universitario de
Ginebra, de disparar episodios de catalepsia durante la narcolepsia, un
desorden del sueño que afecta a una de cada dos mil personas y que
produce atonía muscular.
Estudiar el fenómeno del humor en
personas sanas permite detectar todos los procesos relacionados que
tienen lugar en el cerebro. Y hacerlo en pacientes con dolencias en los
circuitos cerebrales permite, por comparación, detectar qué zonas no
funcionan adecuadamente. Es Beckinstein, precisamente, quien comenzará
en breve un estudio pionero con pacientes en estado vegetativo.
Cansado
de ver que las investigaciones en estos pacientes iban a menudo por el
lado de los receptores del dolor (causar incomodidad para observar
reacciones), decidió realizar la aproximación opuesta: provocar risa.
“Lo primero que intentaremos”, explica Beckinstein, “es estudiar a
aquellos pacientes en estado vegetativo; y solo el 10 o el 20% muestra
algún tipo de actividad cerebral. Nuestro objetivo es utilizar las
emociones positivas. Si una persona está atrapada en un cuerpo y nadie
sabe si está consciente o no, por lo menos que le cuenten unos chistes.
Que no experimenten con dolor contigo. Y yo, la verdad, no tengo interés
en asustar a los pacientes. Prefiero divertirme y que, si ellos están
conscientes, también lo pasen bien”.
Me llamo juan, ¿y tu? Yo no
Tanto el humor, como su hija, la risa, precisan una red neuronal. En ella están involucradas las regiones temporales y frontales del cerebro. Estas, en el momento de “caer” en la broma, inducen la actividad en los músculos que producen reacciones faciales: la risa.
Tanto el humor, como su hija, la risa, precisan una red neuronal. En ella están involucradas las regiones temporales y frontales del cerebro. Estas, en el momento de “caer” en la broma, inducen la actividad en los músculos que producen reacciones faciales: la risa.
Pero cada humor tiene su mapa. En su trabajo, Beckinstein demuestra
dónde se procesa el humor semántico, ese que juega con las palabras; por
ejemplo: “Doctor, qué padezco?”, interroga el paciente, y el médico le
responde: “Pues… ¡padece uzté un ozito!” Allí se activan áreas que
tienen que ver con el procesamiento del lenguaje, la cognición y la
memoria. Aunque, extrañamente, también se activan regiones que tienen
que ver con el procesamiento visual. ¿Será esta una broma del cerebro?
Por si fuera poco, cada mapa, también tiene su sexo, ya que hombres y mujeres procesamos el humor de modo distinto. Eiman Azim, de la escuela de Medicina de Stanford, ha encontrado, gracias al estudio de 20 voluntarios sanos (10 hombres y 10 mujeres), que estas últimas “utilizan regiones específicas del cerebro en un grado mucho mayor que los hombres. Una de estas regiones es el córtex prefrontal izquierdo, el área que regula el lenguaje. Esto está en consonancia con el dominio del habla que se ha demostrado que tienen las mujeres”. Y es que la risa y el humor son dos cosas distintas. La percepción del humor depende de facultades cerebrales que, trabajando en conjunto, activan la risa. Y es posible que seamos capaces de provocarla químicamente.
Por si fuera poco, cada mapa, también tiene su sexo, ya que hombres y mujeres procesamos el humor de modo distinto. Eiman Azim, de la escuela de Medicina de Stanford, ha encontrado, gracias al estudio de 20 voluntarios sanos (10 hombres y 10 mujeres), que estas últimas “utilizan regiones específicas del cerebro en un grado mucho mayor que los hombres. Una de estas regiones es el córtex prefrontal izquierdo, el área que regula el lenguaje. Esto está en consonancia con el dominio del habla que se ha demostrado que tienen las mujeres”. Y es que la risa y el humor son dos cosas distintas. La percepción del humor depende de facultades cerebrales que, trabajando en conjunto, activan la risa. Y es posible que seamos capaces de provocarla químicamente.
El
conocimiento de las áreas que se activan en el cerebro y la función que
ejercen ciertas drogas en él nos podría llevar a crear una “pastilla de
la risa”. “Las drogas conocidas como reguladoras del humor podrían tener
esta influencia en nosotros”, confirma Beckinstein. “Si tomas algo para
la ansiedad, el humor negro te hará reír porque tienes menos
inhibiciones.”
En su libro La expresión de las emociones en el hombre y los animales,
Charles Darwin se atreve a especular con la razón evolutiva de la risa y
el humor: “Es una expresión social de felicidad. Y, como tal, resulta
una verdadera ventaja social para el grupo”. No en balde, llevamos
millones de años practicándola.
La ciencia está descubriendo cómo y de qué se ríe nuestro cerebro. Solamente nos falta encontrar el Grial del humor: ¿por qué algo nos resulta gracioso?
La ciencia está descubriendo cómo y de qué se ríe nuestro cerebro. Solamente nos falta encontrar el Grial del humor: ¿por qué algo nos resulta gracioso?
Fuente: www.quo.es/ciencia
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