...Carlos
II, «el Hechizado», Desde muy pequeño padeció de desarreglos
intestinales que le duraron toda la vida, agravándose cuando su
creciente prognatismo le dificultó cada vez más la masticación. Sufrió
retardo motor y tuvo una enorme cabeza que se ha atribuido a una posible
hidrocefalia. A los seis años tuvo el sarampión y la varicela a los
ocho. A los diez años pasó la rubéola, y a los once sufrió la viruela.
Alrededor de los treinta y siete años, sus desmayos son tan largos que
duran a veces más de dos horas. A los treinta y dos años perdió el pelo.
Cuando tenía treinta y ocho años comenzó a acusar hinchazones en los
pies, luego en las piernas y más tarde en las manos, la cara y la
lengua, dificultándole la palabra. Padecía congojas que terminaban en
desmayos. Era un epiléptico, con grandes ataques hacia el final de su
vida. Durante su última enfermedad, se acordó colocarle pichones recién
muertos sobre la cabeza y entrañas calientes de cordero
sobre el
abdomen.
...La dramatización de La Guerra de los Mundos escenificada por Orson
Welles y el Mercury Theatre para la CBS se ha considerado
tradicionalmente uno de los hitos de la historia de la comunicación de
masas, la demostración del gran poder que en 1938 tenía la radio.
Los sociólogos apuntan hoy al poder de los medios no como el causante de la histeria de masas por la retransmisión del ataque, sino como el creador del mito de que una gran parte de la población se tomó en serio la invasión alienígena.
Al eco de los medios, se unió en la creación de la leyenda sobre un trabajo científico cuyas conclusiones se antojan ahora alejadas de la realidad. «Existe un creciente consenso entre los sociólogos acerca de que la extensión del pánico, tal como la describió Cantril, fue enormemente exagerada», señala Bartholomew, quien admite, no obstante, que «hay pocas dudas de que muchos americanos resultaron verdaderamente asustado», hasta el punto de emprender la huida del peligro, especialmente en Nueva Jersey y Nueva York. Los marcianos aterrorizaron a muchos oyentes; pero no a 1,2 millones, sino posiblemente solo a miles.
Los sociólogos apuntan hoy al poder de los medios no como el causante de la histeria de masas por la retransmisión del ataque, sino como el creador del mito de que una gran parte de la población se tomó en serio la invasión alienígena.
Al eco de los medios, se unió en la creación de la leyenda sobre un trabajo científico cuyas conclusiones se antojan ahora alejadas de la realidad. «Existe un creciente consenso entre los sociólogos acerca de que la extensión del pánico, tal como la describió Cantril, fue enormemente exagerada», señala Bartholomew, quien admite, no obstante, que «hay pocas dudas de que muchos americanos resultaron verdaderamente asustado», hasta el punto de emprender la huida del peligro, especialmente en Nueva Jersey y Nueva York. Los marcianos aterrorizaron a muchos oyentes; pero no a 1,2 millones, sino posiblemente solo a miles.
Cuando un objeto desciende en caida libre actúan dos fuerzas, la fuerza de la gravedad, que atrae el cuerpo hacia el suelo (el peso) y la resistencia del aire, que frena el objeto. El peso digamos que se mantiene constante (las variaciones son ínfimas), en cambio, la resistencia del aire aumenta a medida que crece la velocidad. Cuando el cuerpo que cae alcanza cierta velocidad la resistencia del aire es tan fuerte que el cuerpo deja de acelerar y se mantiene a velocidad constante, lo que se llama velocidad límite.
Una altura de 50 pisos es suficiente para alcanzar dicha velocidad límite, por lo tanto, no importa que el cuerpo caiga de más alto, siempre caerá a dicha velocidad límite.
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