Hay un momento de nuestras vidas en que decidimos proteger todo lo que no
nos gusta con hielo, ignorándolo bajo cero, sin saber que enfriando lo mantenemos
todo de manera intacta. Es el archivo fatal, el que parece invulnerable para
hacernos vulnerables con los años. Una canción a destiempo destroza.
Cuando rascas el hielo de los recuerdos, aparecen dentro todos los olvidos que han
sido almacenados voluntariamente (o no),ahí se han quedado archivados por cortesía
de la memoria, que actúa de forma diplomática cada año. Sin embargo no hay más que sentir un poco de calor cerca-con una canción, con un aroma, con una mirada, con una pregunta-para que empiecen a descongelarse involuntariamente sacándolos afuera.
Una palabra también. Los más mayores, pienso ahora en mi abuela, al final de sus días optan
por dejar todos los recuerdos al aire, sin la protección del frío que los mantiene callados.
Como la carne, al aire se van pudriendo, olvidando, desgastando, fermentando…,
pero nosotros, ahora, no podemos porque tenemos miedo…y el hielo del miedo los conserva.