sábado, 15 de febrero de 2014

Un adiós al regreso, Jose Larralde




¿Qué manos, recogerán las libertades perdidas?,
quizá, las mismas que recogen las estrellas que mueren,
o tal vez, queden ahí para regocijo de algún ángel perverso.

Una lágrima sostengo en el hueco de mi mano,
¿quién podrá responder a mi pregunta?... cuando pregunto,
¿de qué están hechas las lágrimas?, que pesan tanto.
Que gusto a viento tienen las distancias.

Una barriada azul, allí entre las escarchas,
alborotando trinos de primaveras idas por detrás de las lomas,
inquietas de estar solas.
Esperando a aquel niño que se marchó en silencio,
con la boca partida de sabañón y hambre.
Nunca más fue a buscarte, terrón engramillado,
por los huellones hondos de los carros de paso,
embarazados todos de alfalfas y de pastos,
arrastrados por pechos, y el cortado de látigos que
no dejaban marcas... pero anunciaban algo.
Nunca volvió y quién sabe si ha de volver un año,
por detrás de la loma, algo muerto y cansado.
Para arrastrar los soles de sus días gastados,
y beber de las aguas de los ausentes charcos,
y de sus manos vuele, la inocencia de un llanto.

¿De qué están hechas las lágrimas?, que pesan tanto...
Que gusto a vientos, tienen las distancias...






Ya solo habla de amor, Ray Loriga.




¿Y cómo se rompe un corazón? Pues de la manera más simple.


Ignorándolo un tiempo y dándole una importancia desmedida después. Desequilibrando el delicado balance natural de todas las cosas reales. Dotando a un músculo sencillo de capacidades mágicas, heroicas, épicas, grotescas, inútiles, ficticias. Ay, la ficción qué daño hace, y Sebastián debería haberlo sabido, viniendo de un país cuyo héroe más grande lleva un orinal en la cabeza. No leas tanto, le decían de niño, y no hizo caso, y así le ha ido. La ficción puede muy bien instalarse en el alma de un hombre hasta destruirla. Sebastián había visto y admirado, a lo largo de su vida, hombres capaces de hacer cosas en el mundo real e incapacitados para la ficción, pero nunca había admirado a quienes detienen en el oscuro territorio de la ficción el curso de todos los ríos. Y él, que se tenía por un hombre inteligente, había caído como un bobo en el mundo de Alicia (la de Carroll), y ahora que detestaba el mundo de Alicia, y quería salir de él, no podía.