Con las manos en el bolsillo se adentra en una cafetería elegida al azar. En realidad le da igual una u otra... solo quiere aliviar la sensación de soledad que lleva enredada en su piel.
Eleva la vista perdida en el suelo para buscar una mesa donde pasar desapercibido los próximos veinte minutos.
Alcanza la prensa del día acomodada en el estante situado junto a la primera columna.
Al pasar ante la barra solicita con voz mitigada...
- Café solo... por favor.
El café llega hasta él envuelto en una mano cansada de excesivo trabajo.
Apenas levanta la vista de los titulares del periódico para murmurar...
- Gracias - su voz neutra desbarata las ganas de responder de la camarera.
La cucharilla pasea por el líquido dando vueltas sin encontrar un sitio donde cobijarse. Él... sigue realizando aquel gesto mecánico que, de manera inconsciente, le otorga una libre sensación de sosiego.
Silencio en el bar.
Miradas que evitan encontrarse.
Momento de calma... que surge esperanzador, para poner una nota de equilibrio a lo que ha sido un mal día dominado por la ingratitud.
Quietud únicamente perturbada por una tele, que emite voces enfadadas desde una telenovela.
Alza los ojos cansados de leer artificiales noticias deportivas, para fijarse por un instante en la laboriosa camarera.
Ésta... vestida de forma discreta con camisa y pantalón negro, se afana en colocar una retahíla de enseres en el lavavajillas, mientras mechones desarreglados de pelo caen de manera desordena sobre sus ojos... No sabe cómo, ni por qué... pero el pensamiento la imagina en una casa haciendo números para llegar a un fin de mes tedioso ante el escaso sueldo que sospecha pueda percibir.
Otra vuelta a la cucharilla sobre la taza y traslada la vista a la pareja sentada a su izquierda.
Ella... con gesto apático hace tintinear los dedos en silencio sobre la mesa. Con la mirada perdida sobre la televisión, suplica la atención de un marido centrado en leer las esquelas del diario del día.
El mutismo delata el hastío, la falta de ilusión por una vida en común que se deshace en los silencios.
El chirriar de la puerta da paso a la entrada en escena de un joven que con gesto chulesco se apuntala sobre la barra, para con voz autoritaria, exigir una cerveza.
La camarera, al proporcionar la botella solicitada, sufre el piropo vomitado desde la boca del individuo.
Experta en huir de este tipo de personajes, se aleja con rapidez buscando un quehacer que la proteja de aquella incipiente verborrea.
Éste... en su engreída ignorancia, cree haberla abrumado con su labia fácil y cultivado atractivo de galán de bar.
La cucharilla, fatigada en su labor, pasa a descansar sobre el plato que sirve de improvisada cama.
La taza de café inicia una corta andadura para morir en unos labios ávidos por degustar su aroma.
Sella con apacibilidad los párpados al paladear el ennegrecido líquido.
Al cerrar los ojos... una chispa en su cabeza le hace percibir con toda su fuerza la triste soledad de aquella lacónica camarera.
Ante él se hace patente el abandono que puede sentir aquella mujer... Mujer apresada ante un programa de televisión, vestida con el manto de la indiferencia de un marido... marido que refleja su carencia de ilusión ahogando los minutos cariacontecido ante una hoja de papel.
Descubre, para su desazón, la humillante prepotencia de aquel alocado galán de barra y cerveza.
Personas.
Soledad.
Momentos.
Soplos de tiempo que construyen biografías.
"¿Qué somos? ¿En que nos hemos convertido?" - se pregunta con la melancolía por bufanda.
Por un instante... a modo de fotogramas retrata la existencia en blanco y negro.
Se convierte en testigo fiel de cómo ante sus ojos... pasa la crónica de las vidas de aquellos desconocidos.
Y ello...
Ello le hace olvidar, no exento de alivio..., el triste desánimo de su propia existencia.