Mujer amada:
Estoy perdido en la hoguera del infierno. Me quemo sin remedio en el infinito fuego de esta arrebatadora locura. El pueblo pide y yo no sé darle nada.
Niña mía, mujer de mis entrañas, ¿sin corazón se puede dar algo?
Hablé con tu padre, pero no entiende nada...
Tu presencia, ¡oh, Dios!, tu presencia, aquel cuerpo purísimo temblando entre mis piernas..., tus cabellos de trigo desfallecidos en mi vientre. Ahhh... tu rostro escondido, husmeando, buscando su presa. Tu fresco aliento sobre mí, y esa sonrisa de triunfo al alcanzarla. Por fin tus labios atrapando mi sexo. Tu bendita saliva humedeciendo mi ansia hasta calmar mi sed. Despacio, un roce que se alarga y me eleva. Tus dientes lastimando, mordiendo...
Nadie, nunca nadie me había amado así. Con esa suavidad tan dolorosa.
No sé vivir sin ti..., ¡y no puedo tenerte! Yo, el todopoderoso, postrado ante tu imagen venerada. Humillado a tus pies, mi diosa libertina y virgen. Ohh..., ¡aún virgen!
A menos que escapemos de la vida, a menos que huyamos del mundo para encerrarnos y arrancarnos las entrañas hasta morir de amor, el único futuro que nos queda es el presente.