Un equipo de investigadores alemanes ha descubierto que la
habilidad o la incapacidad para aprender radican en los niveles de actividad de
las llamadas ondas alfa del cerebro, que son meras oscilaciones
electromagnéticas que surgen de la actividad eléctrica de las neuronas. El
hallazgo podría ayudar a desarrollar nuevas terapias para las lesiones
cerebrales.
La causa de que a algunas personas les cueste más que a otras aprender podría
haber sido revelada por un equipo de investigación de Berlín, Bochum, y Leipzig,
en Alemania.
Estos investigadores han descubierto que el principal problema en este sentido
radica no en que los procesos de aprendizaje sean ineficientes en sí mismos,
sino en que el cerebro procesa de manera insuficiente la información que hay que
aprender. Los científicos han hallado un indicador de esta insuficiencia.
En su experimento, los investigadores entrenaron el sentido del tacto de
algunos sujetos para que este se volviera más sensible. Además, midieron la
actividad cerebral de todos los participantes con un electroencefalograma
(EEG), que consiste en la exploración neurofisiológica a partir del registro de
la actividad bioeléctrica cerebral.
En los individuos que respondieron bien a la fase de formación del sentido del
tacto, el EEG) reveló cambios característicos en la actividad del cerebro,
específicamente, en las llamadas ondas alfa del cerebro.
Estas ondas son oscilaciones electromagnéticas que surgen de la actividad
eléctrica de las células cerebrales y reflejan, entre otras cosas, la eficacia
con que el cerebro aprovecha la información sensorial necesaria para el
aprendizaje.
A raíz de estos resultados, "una pregunta interesante sería en qué medida
la actividad alfa puede ser influida deliberadamente con biofeedback ",
señala Hubert Dinse, del Laboratorio de Plasticidad Neuronal de la Universidad
de Ruhr, en Bochum, y uno de los autores del estudio, en un comunicado de dicha
Universidad.
El biofeedback es una técnica que se emplea para controlar las funciones
fisiológicas del organismo humano, mediante la utilización de un sistema de
retroalimentación que informa al sujeto del estado de la función que se desea
controlar de manera voluntaria.
Dinse añade que conocer este punto "podría tener enormes implicaciones
para las terapias destinadas a tratar una lesión cerebral y, en general, para
la comprensión de los procesos de aprendizaje”.
El equipo de investigación de la Ruhr-Universität, la Humboldt Universität, la
Charité - Universitätsmedizin y el Instituto Max Planck (MPI ) ha publicado sus
hallazgos en la revista Journal of Neuroscience.
El aprendizaje sin atención y las ondas alfa
"En los últimos años hemos establecido un procedimiento con el que
desencadenar procesos de aprendizaje que no requieren de atención", afirma
Dinse. Los investigadores han sido, por tanto, capaces de excluir la atención
como factor de aprendizaje.
En este experimento en concreto, lo que hicieron fue estimular una y otra vez
el sentido del tacto de los participantes durante 30 minutos, con estimulación
eléctrica aplicada a la piel de sus manos.
Antes y después de este entrenamiento pasivo, midieron además la sensibilidad
del tacto de los participantes. Para ello, aplicaron una presión suave en sus
manos con dos agujas distintas y determinaron la menor separación entre las
agujas a la que los voluntarios aún percibían ambos estímulos como separados.
Como media, el entrenamiento pasivo mejoró el umbral de sensibilidad táctil de
los sujetos en un 12%, aunque no en todos los 26 participantes. Usando el EEG,
el equipo estudió por qué algunas personas adquirieron una mayor sensibilidad
mejor que el resto.
Por otro lado, los registros con el EEG fueron realizados antes y durante el
entrenamiento pasivo. Gracias a estos registros, se identificaron los
componentes de actividad cerebral vinculados a la mejora en la prueba de
discriminación táctil.
Los científicos constataron concretamente que la actividad alfa del cerebro
resulta decisiva en el aprendizaje. En términos generales, las ondas alfa
oscilan electromagnéticamente en un rango de frecuencias de ocho a 12 hertzios:
aquellos participantes que presentaron una mayor actividad alfa antes del
entrenamiento pasivo, fueron los que mejor aprendieron.
Sin embargo, a mayor reducción de la actividad alfa durante el entrenamiento
pasivo, mayor facilidad para aprender mostraron los voluntarios. Todos estos
efectos fueron observados en la corteza somatosensorial de los participantes,
un área del cerebro vinculada al sentido del tacto.
Los científicos explican que, por tanto, un alto nivel de actividad alfa en el
cerebro (previo al aprendizaje) denotaría la disposición de este órgano a
aprovechar la información que le llega del mundo exterior.
Por el contrario, una fuerte disminución de la actividad alfa durante la
estimulación sensorial indicaría que el cerebro procesa los estímulos de manera
particularmente eficiente.
Estos resultados sugieren que el aprendizaje basado en la percepción es
altamente dependiente de la accesibilidad de la información sensorial. Y que la
actividad de las ondas alfa, como indicador de los cambios constantes en los
estados del cerebro, modula esta accesibilidad.
Nuevos métodos de tratamiento
Una de las autoras del estudio, del Instituto Max Planck Institute (MPI), Petra
Ritter, afirma que habrá que analizar, con modelos computacionales, cómo el
ritmo de las ondas alfa afecta al aprendizaje.
"Sólo cuando entendemos cómo se produce en el cerebro el procesamiento de
información compleja, podremos intervenir específicamente en dichos procesos,
para tratar ciertos trastornos", explica Ritter. De hecho, el objetivo de
esta red de cooperación científica alemana es desarrollar nuevas terapias para
las lesiones cerebrales.
Fuente:
www.tendencias21.net