Nuestra Noche, Rio Roma


Es hermoso el sol, pero prefiero hoy la luna
celosa es de tu cintura, pero va bien con mi intencion
y aunque admirador, exclavo soy de tu ternura
me encanta cuando de locura se llena nuestra habitacion
por ti es que puedo entender que no hay que morir para el cielo tener
y esta es nuestra noche, solo tu, solo yo y nuestro amor
olvidate de todo no hay pasado, no, no no hay nadie entre los dos
es nuestra noche, solo tu habitas en mi corazon
otro dia quiza, pero hoy nadie en este mundo se ama mas que tu y yo

Amo tu sabor, amo perderme en tu boca
amo cuando te vuelvo loca y puedo tocar tu corazon
te pido perdon si aveces exagero con mi besos
esque no hay nada que en tu cuerpo no haga que pierda la razon
por ti es que puedo entender que no hay que morir para el cielo tener
y esta es nuestra noche, solo tu, solo yo y nuestro amor
olvidate de todo no hay pasado, no, no no hay nadie entre los dos
es nuestra noche, solo tu habitas en mi corazon
otro dia quiza, pero hoy nadie en este mundo se ama mas que tu y yo
hoy nadie en este mundo se ama mas que tu y yo.


Todo lo contrario (microrrelato), Mario Benedetti





-Veamos –dijo el profesor-. ¿Alguno de ustedes sabe qué es lo contrario de IN?
-OUT – respondió prestamente un alumno.
-No es obligatorio pensar en inglés. En Español, lo contrario de IN (como prefijo privativo, claro) suele ser la misma palabra, pero sin esa sílaba.
-Sí, ya sé: insensato y sensato, indócil y dócil, ¿no?
-Parcialmente correcto. No olvide, muchacho, que lo contrario del invierno no es el vierno sino el verano.
-No se burle, profesor.
-Vamo a ver. ¿Sería capaz de formar una frase, más o menos coherente, con palabras que, si son despojadas del prefijo IN, no confirman la ortodoxia gramatical?
-Probaré, profesor: “Aquel dividuo memorizó sus cógnitas, se sintió fulgente pero dómito, hizo ventario de las famias con que tanto lo habían cordiado, y aunque se resignó a mantenerse cólume, así y todo en las noches padecía de somnio, ya que le preocupaban la flación y su cremento.”
-Sulso pero pecable –admitió sin euforia el profesor.

El primer diccionario en español



Sebastián de Cobarrubias, capellán de Felipe II y canónigo de la catedral de Cuenca, fue un curioso personaje, humanis ta, políglota y hombre de letras. En 1605 y en los ratos que le dejaban sus ocupaciones se puso a escribir el Tesoro de la lengua castellana o española, considerado primer diccionario de nuestro idioma. Para culminar tan magna obra empleó más de cinco años, a razón de seis entradas diarias que escribía en riguroso orden alfabético. Empezó a redactar el que sería su Tesoro en la primavera de 1605. El trabajo lo realizó en los años siguientes entre las ciudades de Valencia y Cuenca. La avanzada edad del autor -66 años al comenzar el proyecto- hizo que a partir de la letra C redujera la extensión media de los artículos, a causa del temor a morir antes de acabar su obra.

Es el primer diccionario general monolingüe del castellano, es decir, el primero en que el léxico castellano es definido en esta misma lengua. Es también el primer diccionario de este tipo publicado en Europa para una lengua vulgar.

De la lectura de este "tesoro" surgen muchas curiosidades. Por ejemplo, ciertas palabras que consideramos modernas ya existían en el siglo XVII con idéntico significado al actual. Escoba, escopeta, sarampión o macarrones ya estaban incluidas en el diccionario, al lado de otras caídas en desuso, como embotijar, que significa enojarse; broquel, escudo pequeño; burdégano, que es la manera con que se conoce al hijo de caballo y burra; disfavor, desaire o desatención; o levantal, pieza de tela utilizada para protegerse la ropa, delantal.

También permite comprobar cómo las palabras han ido evolucionando: borbollón acabó convirtiéndose en borbotón; arfil, pieza de ajedrez, en alfil, y clin, pelo de caballo, en crin. Pero lo más curioso de este diccionario son algunas definiciones en las que Cobarrubias se despacha a gusto, dando rienda suelta a su ironía. Del término afeite escribe: "es el aderezo que se pone a alguna cosa para que parezca bien, y particularmente el que las mujeres se ponen en la cara para parecer blancas y rojas, aunque sean negras y descoloridas".

A la mariposa la define como "un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede haber", mientras que del camaleón dice lo siguiente: "a ese animalejo lo vi en Valencia, en el huerto del señor patriarca don Juan de Ribera, de la misma figura que le pintan. Es cosa muy recebida de su particular naturaleza mantenerse del aire y mudarse la color que se le ofrece en su presencia, excepto la roja y la blanca, que éstas no las imita".


Fuente:
http://www.culturizando.com
http://es.wikipedia.org