- El biólogo Rubén Duro presenta su última incursión en los mundos diminutos.
- "Nacer de una gota" es un recorrido por las formas de reproducirse de las criaturas microscópicas.
El interior de una gota de agua es un universo en el que cada día se reproducen millones de criaturas. En su último libro, "Nacer de una gota"
(publicado por 3.14), Rubén Duro ofrece un recorrido fotográfico por
las diferentes formas en que estos seres microscópicos se reproducen y
vuelve a mostrarnos la cantidad de maravillas que se ocultan a nuestros
ojos. Algunas de las imágenes, como nos explica en entrevista
telefónica, son el resultado de muchos días de observación y de
paciencia frente al microscopio.
¿Cuál es el secreto para mirar dentro de una gota de agua?
Es un poco como cualquier fotografía. Ves un paisaje y dentro de eso
intentas buscar lo que está ocurriendo y lo que más te llama la
atención, ya sea por cuestión estética o interés científico. Mi suerte
es que me sorprendo con todo, pero no es que busque algo concreto, sino
que estas cosas me aparecen. En el caso concreto de este libro, se
trata de una selección de maneras de reproducirse y hubo una búsqueda de
esas situaciones.
A nivel microscópico, la reproducción parece un poco marciana...
Sí, algunas maneras de reproducirse son parecidas a las que conocemos
en nuestro mundo, como la de poner huevos, pero otras son más
sorprendentes, como partirse en dos o mi favorita, la gemación. Imagina
que de una parte cualquiera de tu cuerpo te empieza a crecer otro yo.
Parece de ciencia ficción.
En cada sesión, ¿tienes la sensación de explorar otro mundo?
Para mí ése es el gustazo. Siempre tienes la sensación de que estás
haciendo un safari magnífico y muchas veces no sabes qué estás viendo.
Con eso tengo un problema, porque para la clasificación de especies se
trabaja con organismos muertos, y en la imagen en movimiento es más
difícil ver ciertos detalles.
¿Cuál es el bicho más raro que has visto?
Bueno, esos los veo cuando paseo por las Ramblas (risas). No, en
serio, aquí hay muchas sorpresas. Uno de los que más me gustan son los
rotíferos, con ese aspecto de batidora. Y con ellos he vivido el momento
más increíble, que fue ver cómo un rotífero ponía un huevo. Por suerte
estas cosas las grabo sin audio, si no se me oiría a mí gritar de
entusiasmo.
¿Cuánto tiempo te puede llevar captar una de estas escenas?
Muchísimas horas. Desde la recogida de muestras a veces tienes que
estar hasta 24 horas sin dejar de mirar. A veces me quedo dormido y le
digo a mi hijo que me avise si se mueve algo. Porque estos no avisan,
no sabes cuándo van a suceder las cosas. Y es una pena que después de 15
días siguiendo un proceso, lo pierdas todo por un minuto que te
despistes.
En el libro, por ejemplo, captas el nacimiento de una larva de mosquito...
Le tengo un especial cariño por lo que costó conseguir esa
fotografía. Puedes calcular desde que lo recoges que entre 24 y 48 horas
van a eclosionar, dependiendo de la temperatura, pero no puedes dejar
de mirar.
Muchas imágenes parecen cuadros. ¿Las seleccionas con criterios estético?
Para mí tiene mucho peso. Me gusta decir que para hacerse visibles lo
importante es "la conquista del sofá". Creo que la divulgación debe
mantener el máximo rigor pero también hacerse lo más atractivo posible
porque no se trata de contárselo a otro científico sino a la persona que
está viendo el "Sálvame", captar su atención.
¿Cuántos años llevas mirando dentro del mundo microscópico?
En realidad no muchos, desde que empecé a hacer la serie documental "Mundos Diminutos"
para TVE, que se terminó en 2006. Yo siempre he hecho documental de
naturaleza y al ver que nadie hacía caso a estos pobrecillos [los
animales microscópicos] terminé haciéndolo yo. Una mañana le mandé unas
cuantas fotos a National Geographic y por la tarde me pidieron un
reportaje de diez páginas.
Pero tu fascinación empezó de niño, ¿no?
Sí, cuando los Reyes Magos me regalaron uno de aquellos microscopios
de juguete, Microscopio 2002, creo que se llamaba. Como cualquier niño
empecé a alucinar y lo primero que recuerdo es el ala de mosca, con sus
pelitos y esa delicadeza que no ves a simple vista. A partir de ahí
empecé a meter de todo en el microscopio, claro.
¿Los animales microscópicos son los grandes olvidados?
No solo los grandes olvidados, sino los grandes odiados, diría yo.
Porque cuando se habla de cosas de microscopía se habla de bacterias y
casi siempre cuando nos han provocado algún problema, no para decir lo
importantes que son ni las cosas buenas que hacen. Una cosa que me llama
mucho la atención es que la BBC, con todos los medios que tiene, no les
dedica un documental. David Attenborough, que ha hecho todo, no ha
tratado el mundo microscópico. Y no será por falta de medios, porque si
puedo hacerlo yo...
Fuente:
http://noticias.lainformacion.com