Según la Organización de Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el sector ganadero
es uno de los principales responsables del efecto invernadero en el
mundo. También afectaría al suelo y los recursos hídricos.
Lo más ecológico... ¿que no haya vacas?
¿La ecología contra la ganadería? Una
nueva y sorprendente batalla irrumpe en el frente ambiental: reducir el
consumo de carne en los países ricos sería un método rápido y eficaz
para que cada ciudadano contribuya a frenar el calentamiento global.
Menos consumo de carne implicaría menos cabaña y menos emisiones. Pero
la propuesta, apoyada por celebridades como Paul McCartney, choca con la
tendencia creciente del consumo de carne en todo el mundo, al que se
apuntan las regiones emergentes como señal de la riqueza conquistada. Se
sabía que abusar de la carne no es saludable. Ahora, además, no es verde.
"Engullir un kilo de vacuno contamina igual que un viaje de 250 kilómetros"
"Para alimentar a los animales es necesario deforestar grandes extensiones"
"España empezó a abandonar en 1984 los patrones de la dieta mediterránea"
"Para prevenir el cáncer no hay que sobrepasar los 500 gramos semanales"
La campaña se ha puesto en marcha en el Reino Unido con el lema Lunes sin carne.
El objetivo: convertirse en vegetariano un día a la semana para reducir
las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el ex Beatle, es
una forma de contribuir individualmente y sin grandes esfuerzos a la
batalla contra el calentamiento global. La carne se puede medir en
emisiones de CO2: engullir un kilo de vacuno equivale a viajar 250
kilómetros en coche.
La vaca está en el punto de mira de
los ecologistas no sólo por el CO2 que emite a través de su sistema
digestivo. También porque para su alimentación se deforestan grandes
extensiones de terreno. En defensa de la vaca acude el sector ganadero,
nada menos que 1.300 millones de personas en el mundo, y la demanda del
consumidor, que pide más filetes.
La FAO (Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación) calculó en 2006 que el
sector ganadero emite más gases de efecto invernadero -el 18%, medido en
su equivalente en dióxido de carbono- que el sector de los transportes.
De ese porcentaje, buena parte corresponde al gas metano, con un
potencial de acumular calor 23 veces mayor que el CO2. El sistema
digestivo de los rumiantes, especialmente las vacas, hace que estos
animales emitan metano a través de eructos y pedos. Además, grandes
extensiones de tierra, sobre todo en América Latina, han sido
deforestadas para convertirlas en pastos o producir forraje para
alimentar al ganado. Y el estiércol genera óxido nitroso, con un
potencial 296 veces mayor de calentamiento global que el CO2.
"Cada vez mayores extensiones se están
dedicando al cultivo de soja, para utilizarla como proteína para los
piensos, sobre todo en Argentina y Brasil", explica Miguel Ángel Soto,
experto en deforestación de Greenpeace España. "En 2006 elaboramos un
informe en el que señalábamos a las grandes empresas productoras de soja
y a los mayores importadores en Europa, como McDonald's. Los pollos de
los McNuggets se alimentaban con soja producida en granjas situadas en
áreas deforestadas. Llevamos allí a los directivos de la multinacional
para que lo vieran", explica Soto.
Como resultado del viaje, la empresa
se unió a una moratoria sobre la compra de soja procedente de áreas de
deforestación reciente, en cuya elaboración ha participado el Gobierno
de Brasil. Según Greenpeace, la intensidad de la deforestación fluctúa
con los precios de la carne y de la soja. Cuando el precio de ambos
productos cae en los mercados internacionales, el ritmo de tala de
árboles se reduce el año siguiente.
"El 90% de los cultivos de soja que se
producen en América Latina se destina a alimentar a los animales en los
países ricos. Un filete que se come en España, por ejemplo, muy
probablemente provendrá de una vaca europea que se ha alimentado de
cultivos brasileños, que han crecido en tierras donde antes había
árboles o selva", explica Lasse Bruun, portavoz de Compassion in World
Farming, una de las ONG que se han sumado a la iniciativa de McCartney.
"Un cambio de comportamiento en los consumidores sería muy importante",
opina Bruun, que también aboga por que el tema se incluya en la cumbre
mundial del clima que se celebrará en diciembre en Copenhague
(Dinamarca). Aunque luego matiza: "Obviamente, es un tema que se
entrelaza con valores culturales, con lo que se considera un buen nivel
de vida".
La carne y la leche son símbolos de
bienestar. Los países en desarrollo no quieren quedarse fuera y
comienzan a emular los hábitos alimenticios occidentales. En China e
India ya se bebe leche y se come carne de vaca. Es más, el consumo de
carne en el mundo se multiplicará por dos a mediados de este siglo,
según la FAO. Por el lado de la oferta, una drástica reducción del
consumo sería también problemática: unos 1.300 millones de personas
subsisten gracias al sector ganadero.
Una voz acreditada que apoya la
campaña es la de Rajendra Pachauri, presidente del Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU y premio Nobel de
la Paz en 2007. En una conferencia en Londres en 2006, el científico
indio explicó que "un granjero puede alimentar a 30 personas durante un
año con una hectárea de terreno si produce vegetales, frutas y cereales.
Si la misma área se utiliza para producir huevos, leche o carne, el
número desciende a entre cinco y 10 personas". Pero la línea de la FAO
no es la de apoyar una reducción del consumo. Al menos no como receta
para todos los países. "No es una buena recomendación a escala global,
porque los países pobres deben aumentar el consumo de carne en sus
dietas", defiende Pierre Gerber, responsable de políticas ganaderas del
organismo.
En los países ricos, sin embargo, se
come demasiada carne. España no es una excepción. Unos 121 kilos al año,
según la FAO, más que cualquier otro país europeo. Desde los años
sesenta, cuando se tienen los primeros datos, el consumo no ha parado de
aumentar. "Hasta 1984 la dieta en España seguía prácticamente al pie de
la letra los patrones de la dieta mediterránea, de la que nos estamos
alejando progresivamente, porque ingerimos menos hidratos de carbono y
más proteínas, es decir, menos legumbres y pan y más alimentos proteicos
como la carne", detalla José Manuel Ávila, de la Sociedad Española de
Nutrición. "Deberíamos adaptar nuestra dieta a nuestro gasto en
proteínas, comer de todo un poco menos y tratar de sustituir parte de
las proteínas por hidratos de carbono", aconseja Ávila, quien opina que
una campaña como la de McCartney en España sería buena. "El consumo
recomendado es de ocho veces al mes". Es decir, dos veces por semana.
"Aunque la carne, en su justa medida, es muy necesaria", matiza.
El Foro Mundial de Investigación sobre
el Cáncer, con base en Reino Unido, recomienda limitar el consumo de
carne roja, como la ternera, el cerdo o el cordero, y evitar por
completo las carnes procesadas -como el beicon o el salami-. Para
reducir el riesgo de padecer cáncer, el consumo no debería ser mayor de
500 gramos a la semana.
El impacto de la ganadería sobre el
cambio climático varía según los sistemas de producción, explica Gerber.
En un sistema extensivo, las emisiones de las vacas son mayores, por
kilo de proteína que se obtiene, porque se necesitan más vacas para
producir una misma cantidad de carne o leche. Cuando la producción es
más intensiva, éstas descienden. En el último estadio, una nueva
intensificación vuelve a aumentar las emisiones, porque se transporta el
alimento desde más lejos -muchas veces desde áreas deforestadas- o
porque se consume más energía en la explotación.
No contaminan igual las vacas, los
cerdos o los pollos. Según Gerber, "un cuarto de las emisiones del
sector son de los rumiantes, sobre todo de las vacas". "Por un kilo de
proteína de carne de vaca, se producen entre tres y cuatro veces más
gases de efecto invernadero que con la misma cantidad de proteína de
carne de pollo, en países de la OCDE", precisa.
Tampoco todas las vacas son iguales si
hablamos de gases de efecto invernadero. Las vacas lecheras expulsan el
doble de metano. Y las que tienen terneros, todavía más. "Entre 200 y
250 kilos al año", explica Frank Mitloehner, especialista en calidad del
aire del departamento de ciencia animal de la Universidad de
California. Él y su equipo empezaron a estudiar el impacto de la
industria del vacuno en el aire y el cambio climático porque observaron
que la calidad del aire en el lugar donde se encuentra su universidad,
el valle de San Joaquín, era de las peores en todo Estados Unidos. Y ese
mismo valle tiene una concentración enorme de fábricas de producción de
leche. "Hay vacas por todos lados", según el científico. Exactamente:
dos millones de vacas lecheras, la mayor concentración del mundo. "Nos
preguntamos si ambas cosas
[la presencia de muchas vacas y la
mala calidad del aire] podían estar relacionadas, y encontramos que sí,
parcialmente", relata Mitloehner. El estiércol contiene amoníaco que,
combinado con los gases emitidos por los coches, "da lugar a unas
pequeñas partículas que contaminan el ambiente".
Mitloehner encerró a varias docenas de
vacas en "bio burbujas", una especie de invernaderos de 40 metros de
largo y 20 de ancho, con estructuras en las que los animales se mueven
en grupos de 10. "Así medimos las emisiones", explica. En este proyecto
pionero, el investigador descubrió que "los eructos de las vacas
representan más de la mitad de las emisiones" de gases de efecto
invernadero. El resto proviene del estiércol.
Los datos del informe de la FAO,
argumenta Mitloehner, exigen un matiz fundamental. "La FAO habla de que
mundialmente el sector ganadero emite el 18% de todos los gases de
efecto invernadero. Esa cifra, sin embargo, esconde que las emisiones
relacionadas con la ganadería en los países ricos suponen sólo el 3% del
total". La razón es sencilla: en los países ricos hay una mayor
variedad de fuentes de emisiones, por lo que la importancia relativa de
la ganadería es menor. "En algunos países pobres, la ganadería supone
hasta el 60% de todos los gases de este tipo que se emiten".
Esto puede explicar por qué en España
el sector ganadero sólo representa el 3 % del total de emisiones, según
datos del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, aunque en
los prados y granjas hay más de seis millones de vacas. "La mitad
proviene de la fermentación entérica, es decir, de los eructos y las
flatulencias de las vacas, y la otra mitad del estiércol", explica
Carlos Escribano, Director general de recursos agrícolas y ganaderos. El
Ministerio ha aprobado este año el Plan Nacional de biodigestión de
purines, que incluye ayudas a los ganaderos para disminuir la emisión de
gases de efecto invernadero. El presupuesto es de 80 millones de euros
para los próximos cuatro años, que gestionarán a medias el Ministerio y
las Comunidades Autónomas. El dinero se destinará a llevar el estiércol a
instalaciones para producir biogas y abono para las explotaciones
agrícolas. "Para los ganaderos deshacerse de los residuos es un
problema, también económico", dice Escribano, "lo que pretendemos es
darles alternativas".
"El plan se centra en el estiércol
líquido, el de las vacas de leche", apunta Javier López, portavoz de la
Asociación española de productores de vacuno de carne. López defiende
que el sistema de producción de vacuno en España es "muy diferente al
del entorno europeo, e incluso mundial", lo que conlleva que las
emisiones sean comparativamente menores. "La alimentación a base de
grano hace que las vacas generen menos metano y, además, en España se
consume carne de animales muy jóvenes. Las vacas se sacrifican entre los
10 y los 15 meses, y los estudios científicos dicen que las vacas
jóvenes generan menos metano", apunta López. En todo caso, la defensa de
los productores va más allá de las cifras. Opinan que "el tema se está
sacando de quicio". Según López, "es ridículo pensar que comer menos
carne va a solucionar el tema del cambio climático. Se coarta a la gente
en su alimentación, y luego no se cuestiona el modelo consumista de
energía en el que vivimos". Y remata: "Seguro que Paul McCartney no se
plantea la utilización del aire acondicionado, o los viajes en avión y jet privado al otro lado del mundo. Hay mucha demagogia".
La ciudad de Gante, en Bélgica, ha sido la primera en sumarse al club y ha declarado los martes "día vegetariano". Varios chefs en
el Reino Unido han apoyado el proyecto de McCartney y han creado
recetas vegetarianas para la página web de la campaña. La receta de esta
semana es del propio McCartney: "La ensalada de Paul para chuparse los
dedos". Hojas de espinaca y rúcula, tomates cherry, aguacate y queso
feta.
Fuente:
http://www.elpais.com (24 de julio de 2009)