sábado, 13 de abril de 2013

Adagio, Chopin

Hoy para comenzar, os propongo este Adagio de Chopin...



Ya lo sabes, Orozco y Luis Fonsi


Qué bonito es entender
que no consiga imaginarme sin tu amor, ya ves,
qué bonito es.

Qué bonito es entender
que cada paso que tú des también yo lo daré, ya ves,
sin preguntarte.

Los silencios nunca quieren ser
los que guarden tanto que perder,
lo que no se puede ver, ya ves,
que no lo quieren ser.

El destino tiene miedo de saber
dónde irá a parar el tren,
dónde irá a caer.
No lo puede ver, ya ves,
que no lo deja ver.

Y ya lo sabes, corazón,
que no hay más gritos que esta voz,
y va tan fuerte que también
se asusta el aire.
Y por el aire te daré
lo más difícil de tener,
la confianza que tú a mí
me regalaste.

Qué difícil es saber
cómo escapar de cada noche en la que tú no estés.
Qué difícil es.

Qué difícil es tener
lo más sencillo y conservarlo bien, ya ves,
también me lo enseñaste.

El principio siempre quiere ser
el que diga cómo debe ser,
porque tiene tanta fe, ya ves,
el tiempo va al revés.

No hay ni un día en que no quiera ser,
ni un segundo en el que no aprender,
ni un minuto más de ayer, no toca perder.

Y ya lo sabes, corazón,
que no hay más gritos que esta voz,
y va tan fuerte que también
se asusta el aire.
Y por el aire te daré
lo más difícil de tener,
la confianza que tú a mí
me regalaste.

Qué bonito es entender.
Qué bonito es saber de ti.

Amor.


El dar, Khalil Gibran




Dais muy poco cuando dais
lo que es vuestro corno patrimonio.
Cuando dais algo de vuestro interior
es cuando realmente dais.
Hay quienes dan poco de lo mucho
que tienen y lo dan buscando
el reconocimiento y su deseo oculto
daña sus regalos.
Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.

Es bueno dar algo cuando ha sido pedido,
pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
Y, para la mano abierta,
La búsqueda de aquel que recibirá
es mayor alegría que el dar mismo.

¿Y hay algo, acaso, que puede guardarse?
Todo lo que tenéis será entregado algún día:
dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra
y no de vuestros herederos.

Decís a menudo: “Daría,
pero sólo a quien lo mereciera”.
Los árboles en vuestro huerto
no hablan de ese modo,
ni los rebaños en vuestra pradera.
Ellos dan para vivir,
ya que guardar es perecer.

Todo aquel que merece recibir
sus días y sus noches
merece de vosotros todo lo demás.
Y aquel que mereció beber el océano de la vida
merece llenar su copa en vuestra pequeña fuente.

Mirad primero si vosotros mismos merecéis dar
y ser el instrumento de dar.
Porque, en verdad, es la vida la que da a la vida,
mientras que vosotros, que os creéis dadores,
no sois más que testigos. 




Distance, Christina Perri

Bonita canción para esta mañana de sábado...



50 sombras de Grey, ¿trailer...?

Mucho se ha hablado y comentado de esta trilogía erótica de la que se dice, todo el mundo habla. Han sido millones los lectores de esta obra en todos los países, ha tenido críticas favorables y desfavorables...



Ahora, el contrato para producir la película que lleve esta novela a la gran palntalla está firmado...






La insólita muerte de Isadora Duncan




Hija de un matrimonio mal avenido y finalmente divorciado, "la ninfa", como se le conocería más tarde a Isadora Duncan, nació el 27 de mayo de 1878, en San Francisco California, Estados Unidos.
La inclinación natural de Isadora, desde niña, fue la danza, siendo tal su entusiasmo por ésta, que a los diez años dejó la escuela para entregarse por entero a su afición.

Contaba con 17 años cuando partió rumbo a Nueva York, con el objetivo de integrarse a la compañía del actor y empresario, Agustín Daly. Duncan intentó en vano convencer al empresario para que éste introdujera una serie de innovaciones que implicaban un nuevo método partiendo de la improvisación para presentar plásticamente los poemas.

Su experiencia en la compañía de Daly, finalmente no la satisfizo y marchó a Inglaterra con su familia, teniendo por objetivo, estudiar, a partir de los jarrones griegos del Museo Británico, los movimientos de la danza antigua.

Creadora de su propio estilo, teniendo como fundamento la danza de la Antigua Grecia, Isadora Duncan comenzó a cosechar triunfos en Londres, tras presentarse en una serie de recitales. El éxito obtenido en Inglaterra le abrió las puertas de los principales teatros europeos, recorriendo Francia, Italia y Grecia.

La nueva estrella de la danza, Isadora Duncan, a quien denominaron "la ninfa", cautivó al público europeo, por la excelencia de su arte en el que conjugaba cuerpo y espíritu y en el que rompía con las severas reglas del ballet clásico.


Para Isadora, el ballet clásico constituía un género ficticio e ilógico, porque ella concebía a la danza como algo armonioso entre los seres y la vida, por lo tanto la danza debía transmitir el amor a la naturaleza y a la vida.

"La ninfa", además de su belleza, poseía un poder de seducción que la mantenía rodeada de amigos, entre los que se contaban intelectuales, pintores y poetas, así como de numerosos admiradores que deseaban conocerla.

La cautivación que ejercía entre los que le rodeaban, determinó que empezaran a ligarla amorosamente con múltiples pretendientes y pronto surgió el mito de que Isadora acarreaba la desgracia a las personas a quienes amaba.

Las desapariciones y extraños sucesos que acompañaron a algunos de sus pretendientes parecían corroborar el supuesto maleficio que proyectaba Duncan y, al parecer, el polaco Iván Miroski fue el primero en sufrir tal sortilegio al ser atacado por unas fiebres malignas, al separarse de "la ninfa".

Mientras Isadora Duncan triunfaba en París, dicho maleficio alcanzó también a sus hijos Deirdre y Patrick, quienes murieron ahogados al caer en las aguas del río Sena el automóvil en el cual viajaban, rumbo a Versalles, acompañados por la institutriz.

Según la misma Isadora, al despedirse de Deirdre, ésta colocó los labios en el cristal de la ventanilla del coche y al posar su boca sobre la de la niña, a través del cristal, tuvo un desagradable presentimiento.

La pérdida de sus hijos fue un durísimo golpe para la bailarina, a grado tal que canceló todos sus compromisos, abandonó temporalmente su carrera y anidó en su mente, en varias ocasiones, la idea del suicidio.

A pesar del dolor que sufría, Duncan, tratando de restañar sus heridas, se dedicó de tiempo completo a la enseñanza en la escuela que había fundado en 1904, pensando en los niños que pudieran necesitarla en el ámbito de la danza.

Otras actividades que llevó a cabo Isadora se relacionaron con campañas de beneficencia, además se propuso dar a conocer sus enseñanzas en otros países, lo que la llevó a Moscú, capital de la U.R.S.S., en 1921. En la U.R.S.S., conoció a Sergei Esenin, poeta y cantor oficial de la Revolución de 1917, con quien contrajo matrimonio.

Dicha unión no resultó tan venturosa; después de recorrer Europa y Estados Unidos, Sergei comenzó a presentar serias depresiones. En busca de la estabilidad emocional del poeta, Isadora y Esenin regresaron a Moscú, sin embargo, su estado anímico no cambió, por el contrario, se agudizó e hicieron presa de él, la misantropía y el alcoholismo, lo que finalmente, decidió a "la ninfa" a divorciarse de él y a abandonar la Unión Soviética en 1924.

De regreso a Europa, en 1925, Isadora Duncan establece su residencia en Niza y poco después, como si el maleficio resurgiera, se entera por los periódicos que su ex esposo se había suicidado.
Refugiada en Niza, Isadora dedicó su tiempo en escribir su libro El arte de la danza y terminar su autobiografía, el primero, con el deseo de proporcionar un compendio de sus enseñanzas.

Con el fin de relajarse un poco, Isadora Duncan, salió a dar un paseo, el 14 de septiembre de 1927, a bordo de su carro Bugatti. Isadora vestía con su habitual lujo. Dando dos vueltas a su cuello, llevaba una largo echarpe de seda que se agitaba libremente al aire de la marcha. No hubo grito alguno, todo sucedió en apenas un instante. La pieza de seda, ondeando alegremente, topó por casualidad con los radios metálicos de la rueda trasera, trabándose con ellos. El efecto fue inmediato, el echarpe se tensó y estranguló violentamente el cuello de Isadora, que se fracturó sin remedio, sin poder librarse del mortal abrazo, murió estrangulada.





Una "interpretación" de Tamara Rojo






Fuente:
http://www.culturizando.com