No hago otra cosa que pensar en ti...
Por halagarte y para que se sepa,
tomé papel y lápiz, y esparcí
las prendas de tu amor sobre la mesa.
Buscaba una canción y me perdí
en un montón de palabras gastadas.
No hago otra cosa que pensar en ti
y no se me ocurre nada.
Enciendo un cigarrillo, y otro más...
Un día de ésos he de plantearme
muy seriamente dejar de fumar,
con esa tos que me entra al levantarme...
Busqué, mirando al cielo, inspiración
y me quedé "colgao" en las alturas.
Por cierto, al techo no le iría nada mal
una mano de pintura.
Miré por la ventana y me fugué
con una niña que iba en bicicleta.
Me distrajo un vecino que también
no hacía más que rascarse la cabeza.
No hago otra cosa que pensar en ti...
Nada me gusta más que hacer canciones,
pero hoy las musas han "pasao" de mí.
Andarán de vacaciones…
Dime por favor donde estás,
en que rincón puedo no verte,
dónde puedo dormir sin recordarte
y dónde recordar sin que me duela.
Dime por favor dónde pueda caminar
sin ver tus huellas,
dónde puedo correr sin recordarte
y dónde descansar con mi tristeza.
Dime por favor cuál es el cielo
que no tiene el calor de tu mirada
y cuál es el sol que tiene luz tan sólo
y no la sensación de que me llamas.
Dime por favor cuál es el rincón
en el que no dejaste tu presencia.
Dime por favor cual es el hueco de mi almohada
que no tiene escondidos tus recuerdos.
Dime por favor cuál es la noche
en que no vendrás para velar mis sueños…
Que no puedo vivir porque te extraño
y no puedo morir porque te quiero.
–¡Mire arriba! –dijo Starbuck de pronto–. ¡El fuego de San Telmo en lo alto del palo mayor! En
efecto, los brazos de las vergas estaban rodeados de un fuego lívido, y
las triples agujas de los pararrayos lucían con tres lenguas de fuego.
Los mástiles enteros parecían arder.
–¡Fuego de San Telmo, ten piedad de nosotros! –gritó Stubb.
Herman Melville, Moby Dick
A lo largo de la Historia, innumerables marinos afirmaron ser
testigos de la aparición de lenguas de fuego incandescente, que
“danzaban” sobre los mástiles y extremos de la arboladura de los navíos
durante ciertas tormentas. Hay referencias al fuego de San Telmo en las obras de Julio César y Plinio el Viejo o en el Moby Dick de Herman Melville entre otros. Los marineros galeses se referían este fenómeno como "anwyll yr ysbryd"(cirios
de los espíritus) o velas del santo fantasma o San David. Para los
rusos serían las luces de San Nicolás o San Pedro. Durante el primer
viaje alrededor del mundo de Magallanes se
tiene constancia que el fuego de San Telmo se pudo observar varias
veces cuando los barcos se encontraban cerca de la costa de Sudamérica,
siendo visto como un buen presagio por los marineros, pues era costumbre
que incluso cuando aparecía antes de la tormenta se interpretara como un signo que el santo estaría presente. En Tintin en el Tibet, se narra la aparición del fuego de San Telmo en el hacha del Capitán Haddock
Estas bolas luminosas, conocidas como el Fuego de San Telmo,
son descargas eléctricas que se producen durante las tormentas y que
tienen como blanco a los objetos más elevados de una embarcación.
Aunque el Fuego de San Telmo no resulta peligroso en sí mismo a
pesar de su espectacularidad, muchas veces funciona como el aviso de la
caída inminente de un rayo sobre los barcos, por lo que históricamente
ha sido considerado de mal agüero por los navegantes.
El fuego de San Telmo o Santelmo es un meteoro ígneo consistente en una descarga de efecto corona electroluminiscente provocada por la ionización del aire dentro del fuerte campo eléctrico que originan las tormentas eléctricas. Aunque se le llama «fuego», es en realidad un plasma de baja densidad y relativamente baja temperatura provocado por una enorme diferencia de potencial eléctrico atmosférica que sobrepasa el valor de ruptura dieléctrica del aire, en torno a 3 MV/m.
El fogonazo se produce cuando el campo eléctrico creado por una tormenta intensa ioniza el aire y hace que en su seno se forme un plasma de partículas cargadas que se mueven conjuntamente. Ese plasma
adquiere un resplandor blanco azulado, que en algunas circunstancias tiene aspecto de fuego, a menudo en dobles o
triples chorros surgiendo de estructuras altas y puntiagudas como mástiles, vergas, pináculos y chimeneas.
El fuego de San Telmo se observa con frecuencia en los mástiles de los barcos durante las tormentas eléctricas en el mar, donde en tales circunstancias también era alterada la brújula, para mayor desasosiego de la tripulación.
Este fenómeno también puede aparecer durante tormentas especialmente cargadas, en las puntas de los cuernos del ganado, hojas de árboles, en el césped y en los objetos afilados en la mitad de un tornado. Muchas veces se ha confundido con los rayos globulares,
si bien ambos fenómenos pueden estar relacionados no se cree que sean
el mismo. Entre otras diferencias, los rayos globulares se mueven de
manera similar a una pompa de jabón mientras que el fuego de San Telmo
siempre se mantiene sobre el mismo objeto.
No es de extrañar que, antes de que Benjamin Franklin le diera explicación científica en 1749, este meteoro ígneo sobrecogiera a los marineros,
pues formaba llamaradas en el extremo de los mástiles y altera la
brújula. Y aún conociendo su naturaleza, este fenómeno siguió
acongojando a los pasajeros –y la tripulación– de los antiguos dirigibles que
se cargaban con hidrógeno, un gas muy inflamable. Su miedo estaba
justificado: por ejemplo, el fuego de San Telmo hizo que el zepelín
Hindenburg ardiera en pleno vuelo, en 1937.
El fuego de San Telmo recibe este nombre en honor Erasmo de Formia, (San Elmo), patrón de los marineros, otros sin embargo afirma que el San Telmo patrón de los marineros sería Pedro González Telmo, un sacerdote católico español nacido
en Frómista (Palencia) en torno al 1180, canonizado en 1714 por
Benedicto XIV, que además es patrón de la ciudad de Tuy. Como fraile
ocupó el puesto de capellán militar, llegando a ser confesor del rey,
aunque más tarde abandonó la corte para predicar en Asturias y Galicia,
donde realizó la mayoría de sus milagros especialmente entre marineros y pescadores,
por los que se dice que sentía simpatía. En la iconografía se le
representa con hábito negro dominicano, llevando en la mano un cirio
azul que representa el fuego de San Telmo.