Una bella dama yace, leyendo un libro, sobre una sepultura en la abadía
de Fontevraud. Es Leonor, duquesa de Aquitania, dos veces reina. Junto a
ella, compartiendo el sueño eterno, otra estatua yacente se abraza a su
espada, la del rey más famoso de la Edad Media,
Ricardo Corazón de León.
Su padre la instruye como a un niño, no como a una niña, enseñándole a
leer y escribir, a dominar el latín, la práctica militar e incluso la
caza. De este modo, Leonor crece como una niña singular, para
convertirse en una mujer que quedará en la historia para siempre.
No hay que olvidar que en el siglo XII las mujeres estaban confinadas
al hogar, a cuidar de los hijos y del marido, sin tener voz ni voto en
esa sociedad de la Edad Media.
Leonor rompe con todo eso, demostrando su fuerte personalidad y su
valentía en todo momento, que queda reflejada en distintos libros que se
siguen escribiendo todavía en la actualidad sobre su persona.
Entorno a Leonor de Aquitania
existe una leyenda negra alimentada por el paso de los siglos y la
multitud de elucubraciones que se han hecho en relación a su
comportamiento, su aspecto físico, su espléndida preparación
cultural, su amor por el mundo trovadoresco y su increíble
fortaleza, pues vivió ochenta años en un mundo en el
que la esperanza de vida era mucho menor. Una trascendencia nada habitual
para una mujer de la época.
Esta visión tan negativa
de la duquesa de Aquitania comienza con los testimonios que recogen
los monjes y los clérigos de la época, quienes se encargaron,
tal vez bajo una mirada de desconfianza hacia la mujer, de mostrar
a una Leonor que, lejos de llevar una vida tranquila, transgrede las
normas habituales. Además, y como muestra inequívoca
de maldad, la describen como una mujer muy bella y por ello sospechosa
de cualquier acción contra los hombres.
En épocas posteriores,
los documentos que éstos últimos dejaron fueron interpretados
por historiadores, quienes adoptan diferentes posturas entorno a la
figura de Leonor. Los franceses reprocharán a Leonor haber
roto, con su conducta y su divorcio, la unidad francesa . Otros, por
el contrario, describen a Leonor como una reina avariciosa, egoísta,
elucubradora y sedienta de poder. Un tercer grupo de historiadores
considera a Leonor de Aquitania como una de las primeras feministas
de la Historia. Hay por tanto, interpretaciones para todos los gustos.
Independientemente de estas
ideas, y como dijo Jean Flori, el mejor biógrafo de Leonor
de Aquitania, no es posible separar a Leonor de su leyenda porque
tan sólo la conocemos a través de ésta .
Por último, cabe recordar
que Leonor fue dos veces reina y madre de tres reyes. Intentó
vivir la vida que ella quería. Así nace la historia
sobre Leonor de Aquitania, una mujer entre el mito y el símbolo.
Biografía
de Leonor de Aquitania
Leonor de Aquitania (Poitiers
1122- Abadía de Fontevraud 1204), fue consorte de Francia e
Inglaterra tras su matrimonio con Luis VII de Francia primero y Enrique
II de Inglaterra después. No obstante, ella aportó numerosas
posesiones a sus matrimonios, como el ducado de Aquitania, terreno
que le dio el nombre y el prestigio internacional.
Fue la primogénita
de Aenor de Chatellerault y Guillermo X, duque de Aquitania, quien
se encargó de educarla en el arte de leer y escribir, la cetrería,
la caza y la estrategia militar, tal y como se educaría a un
varón y no a una mujer.
A la muerte de éste, cuando Leonor solo contaba con 13 años
-o 15, puesto que no se ha podido corroborar su fecha de nacimiento,
que se fija en 1122 o 1124-, se convierte en la heredera del condado
de Poitiers y del Ducado de Gascuña y Aquitania, una extensísima
porción de terreno que llegaba hasta los Pirineos y de la que
su padre se encargó que sólo pudiese ser heredada por
sus descendientes directos y nunca pasase a manos de sus maridos.
Ese mismo verano de 1137,
Leonor se casa con Luis VII de Francia, de tan sólo dieciséis
años. La
joven duquesa abandonaba el esplendor y la alegría de la corte de sus
padres para vivir en un mundo totalmente distinto al suyo. En París no
había trovadores, ni fiestas, ni poesía. Reinaba la austeridad y la
piedad. Sorprendida primero y dispuesta después a cambiar la situación
intentando introducir las costumbres de su propio ducado en la corte
capeta, Leonor fue foco de críticas y desaires por parte de muchos.
Intenta llenar ese vacío
con juglares que recoge y que son considerados por muchos, tal vez
por desconocimiento sobre quienes eran y qué hacían,
como una ofensa, aunque esto no es más que el intento de copiar
el ambiente que ella había vivido desde pequeña en su
casa. Leonor continúa de esta forma la tradición familiar
(a su abuelo Guillermo IX se le atribuyen los versos más antiguos
encontrados en el reino de Francia, escritos en lengua de oc) de proteger
y ayudar a la poesía trovadoresca tanto en Francia como en
Inglaterra.
El matrimonio entre ambos
empieza a desmoronarse tras unos enfrentamientos directos con el Papa
a causa de la boda de la hermana de Leonor, Petronila, con Raúl
de Vermandois, el primo del Rey, casado con Eleonora, sobrina de un
conde poderoso que no permite el desaire que se hace a su familia.
Tras poner en jaque a la diplomacia francesa y vaticana, Leonor, que
encabeza la petición, y su marido Luis consiguen que el matrimonio
se acepte.
Tras este tiempo de conflictos
del que se derivó una matanza, Luis VII decide emprender camino,
tal vez para redimirse de sus pecados, hacia la cruzada que tuvo lugar
en 1144. Leonor decide acompañar a su marido. Dice un cronista
de la época, Nicetas Conictes, que ella participó en
la contienda, que se la podría situar entre las lanzas y los
escudos, montando su caballo como cualquier varón.
En 1147, tras la
convocatoria de cruzada que hizo Bernardo de Claraval en Vézelay, el
piadoso rey francés decidió unirse al ejército cruzado.
Sorprendentemente, Leonor decidió acompañarle, hecho que animó a muchas
damas de la corte a unirse a sus maridos. Esta fue la excusa perfecta
para culpar a las mujeres del desastre de la segunda cruzada. Un
ejército acompañado de mujeres, fuente de pecado, como hijas de Eva que
eran, no podía tener el beneplácito divino y así se demostró con su
derrota.
Sea como fuere, Leonor
participó activamente en las decisiones de los cruzados. Pero al llegar a
Antioquía, donde gobernaba su tío Raimundo, la relación con Luis
estalló. Leonor, deseosa de volver a ver a su tío, pasó con él largas
veladas, muchas de ellas privadas, que empezaron a hacer levantar
sospechas en un celoso Luis. No se sabe si las sospechas del rey francés
fueron infundadas o no; lo que sí es cierto, es que el episodio de
Antioquía, fue un argumento perfecto para quienes quisieron fomentar la
leyenda negra de una Leonor amante y disoluta que había incluso accedido
a la seducción del mismísimo Saladino.
En
marzo de 1152 obtiene la anulación de su matrimonio bajo la
excusa de consanguinidad en cuatro grado.
Unos meses después
contrae matrimonio con Enrique de Anjou- posteriormente conocido como
Enrique de Plantagenet- dando lugar al Imperio Angevino, un territorio
que se extendía desde Escocia a los Pirineos.
Con esta unión, Luis VI de
Francia veía como se creaba un poderoso imperio que atravesaba el Canal
de la Mancha y amenazaba su crecimiento en el continente.
A la amenaza territorial,
Luis tuvo que sumar otro duro golpe. Enrique y Leonor tuvieron ocho
hijos, la mayoría barones, afianzando la dinastía de los Plantagenet.
Del matrimonio nacieron ocho hijos,
entre los que se encuentran los famosísimos Ricardo Corazón
de León y Juan sin Tierra.
El matrimonio de Leonor
con Enrique no fue sin embargo feliz. A los primeros años de
entendimiento, siguieron momentos de desencuentros que culminaron en la
aventura amorosa de su marido con Rosamunda Clifford, amante que
mantendría hasta su muerte.
Éste fue el detonante
que llevó a Leonor de Aquitania a Poitiers junto a sus hijos.
En 1170, Leonor indujo a su marido a entregar a su hijo Ricardo Corazón
de León los dominios de Gascuña, Aquitania y Poitou,
que eran de su propiedad. Mientras tanto, y para salvaguardar el futuro
de sus hijos, se pone con contacto con Luis VII, quien fuera su marido,
para que apoye a sus hijos contra su padre, Enrique de Inglaterra.
Luis saldría beneficiado si triunfaba la revuelta e incluso
podría recuperar la primacía en el continente europeo.
Una vez fracasada la rebelión
de tres de sus hijos contra el padre, Leonor es acusada de traición
y encarcelada durante más de quince años.
Leonor tuvo que esperar a
la muerte de su marido y a la coronación de su más querido hijo Ricardo
como rey de Inglaterra para salir de su larga reclusión.
Es además la época en la
que mayor libertad conocerá, y será realmente cuando
reine.
Cuando Leonor volvió a ser
libre contaba con más de 60 años. Entonces pensaba en terminar sus días
en paz pero aun le quedaban muchas responsabilidades por asumir. La
partida de su hijo Ricardo a la cruzada la volvieron a poner en el
escalón más alto del poder. Como reina madre tuvo que regir el destino
de sus territorios manteniendo a raya a posibles rebeliones de nobles
rebeldes y al levantamiento de su otro hijo, Juan, llamado Sin Tierra.
A
la vuelta de Tierra Santa, Ricardo fue encarcelado por el emperador y
Leonor tuvo que ganar defensores de la causa de su hijo y juntar el
rescate que se pedía para su liberación.
Aun
no terminaría su periplo como reina pues una vez restituido Ricardo en
el trono inglés se volvió a plantear el tema de la sucesión, pues
Ricardo aun no tenía descendencia. Una vez más empezó un conflicto entre
Arturo, sobrino de Ricardo y nombrado en un principio su heredero y el
hermano pequeño de Ricardo, Juan.
Al final, Leonor medió por su hijo Juan quien sería confirmado como heredero de Ricardo.
Leonor de Aquitania muere
en la abadía de Fuentevraud, no sabemos en qué condiciones,
ya que su muerte no está mucho mejor relatada que su nacimiento.
Lo que sí podemos asegurar es que la abadía era el panteón
familiar de los Plantagenet y Leonor, desde hacía mucho tiempo,
había mostrado su interés por el santo lugar donde reposaban
su esposo Enrique II, su hijo Ricardo y su hija Juana . Se mantuvo
activa hasta el último día de su muerte, luchando por
asegurar el dominio de sus hijos.
Entre
muchas otras cosas, a Leonor se la conoce como la mecenas y protectora
de trovadores y juglares a los que acogía en sus cortes de amor.
Seguiría así la tradición de su abuelo, Guillermo IX, a quien se le
considera como el creador del amor cortés.
Hoy
día, muchos historiadores afirman que esas cortes de amor nunca
existieron como tal y que Leonor no fue una de sus protagonistas aunque
sí que ejerció un importante patronazgo literario.
La
figura de Leonor envuelve muchos aspectos oscuros y controvertidos que
han hecho de ella una mujer malvada y manipuladora para unos y una dama
inteligente y gran estratega para otros.