martes, 18 de septiembre de 2012

Desde los afectos.. Mario Benedetti

Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?
Que uno tiene que buscarlo y dárselo…
Que nadie establece normas, salvo la vida…
Que la vida sin ciertas normas pierde formas…
Que la forma no se pierde con abrirnos…
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente…
Que no está prohibido amar…
Que también se puede odiar…
Que la agresión porque sí, hiere mucho…
Que las heridas se cierran…
Que las puertas no deben cerrarse…
Que la mayor puerta es el afecto…
Que los afectos, nos definen…
Que definirse no es remar contra la corriente…
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja…
Que negar palabras, es abrir distancias…
Que encontrarse es muy hermoso…
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida…
Que la vida parte del sexo…
Que el por qué de los niños, tiene su por qué…
Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad…
Que saber todo de todos, es curiosidad malsana…
Que nunca está de más agradecer…
Que autodeterminación no es hacer las cosas solo…
Que nadie quiere estar solo…
Que para no estar solo hay que dar…
Que para dar, debemos recibir antes…
Que para que nos den también hay que saber pedir…
Que saber pedir no es regalarse…
Que regalarse en definitiva no es quererse…
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos…
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo…
Que ayudar es poder alentar y apoyar…
Que adular no es apoyar…
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara…
Que las cosas cara a cara son honestas…
Que nadie es honesto porque no robe…
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo…
Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte…
Que se puede estar muerto en vida..
Que se siente con el cuerpo y la mente…
Que con los oídos se escucha…
Que cuesta ser sensible y no herirse…
Que herirse no es desangrarse…
Que para no ser heridos levantamos muros…
Que sería mejor construir puentes…
Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve…
Que volver no implica retroceder…
Que retroceder también puede ser avanzar…
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol…

Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?

Mario Benedetti 


Mi principio y mi fin. Marta Quintero


Pensar en ti es como rozar el aire
del suspiro que me has dedicado solo a mi,
es como hallar el infinito y llegar a navegar
sobre las aguas que jamás pudiste ver

El ojo del Sahara


 


Llevaba ahí millones de años, pero hubo que esperar a que el ser humano consiguiera salir al espacio para darse cuenta de su existencia. Es la Estructura Richat, también conocida como el Ojo del Sáhara, una asombrosa formación circular en mitad del desierto de Mauritania, cerca de la ciudad de Ouadane.

El Ojo del Sahara es un accidente geográfico singular, formado por una serie de círculos concéntricos fácilmente visibles desde el espacio, desde donde destacan en mitad de la monotonía e uniformidad del desierto más grande del planeta. Una especie de enorme diana para jugar a lso dardos. Dardos colosales, claro está. Ha llamado la atención desde las primeras misiones espaciales porque forma un raro ojo de buey en la monótona extensión del desierto. 


Desde la distancia, el aspecto general es el de una gran espiral, como un ammonites gigante en el desierto. La estructura, que tiene un diámetro de casi 50 kilómetros, se ha convertido en un punto de referencia para las misiones espaciales. La posibilidad de que la Estructura Richat fuera formada por una erupción volcánica  parece improbable porque faltaría un centro ígneo o rocas volcánicas. 
 Pero en contra de lo que se pensó la primera vez que un astronauta viera la Estructura Richat, esta formación circular no es el el cráter de un viejo meteorito caído en la Tierra. Este capricho de la Naturaleza se formó sin intervenciones externas y sus círculos, que presentan distintos colores, son en realidad capas de rocas sedimentarias, metamórficas, e ígneas que fueron empujadas a la superficie terrestre por poderosos movimientos del magma interno de la Tierra que actuaron sin interrupción a lo largo de cientos de milloens de años.
El centro de la estructura está constituido por rocas de edad Proterozoico a Ordovícico, con carbonatos (calizas y dolomías) que contienen brechas silíceas originadas por disolución y colapso kárstico, e instruidas por diques anulares de basalto, kimberlita y rocas volcánicas alcalinas en el Cretácico. Ninguno de los estudios realizados ha identificado evidencias de impacto meteorítico (metamorfismo de impacto). La estructura y su núcleo de brechas se interpretan como la expresión superficial de un complejo magmático alcalino de edad Cretácico que afectó a rocas más antiguas dando lugar a un relleno kárstico de origen hidrotermal.


 Este colosal ojo de buey, incluso después de que se haya estudiado y certificado su formación a través de procesos internos de la corteza terrestre, sigue fascinando al mundo y excitando la imaginación de muchos que tratan de ver en él algún tipo de señal sobrenatural o extraterrestre.

 Posición geográfica (21°7.6′N, 11°24′O)


El duende de la tienda. Hans Crsitian Andersen

Érase una vez un estudiante, un estudiante de verdad, que vivía en una buhardilla y nada poseía; y érase también un tendero, un tendero de verdad, que habitaba en la trastienda y era dueño de toda la casa; y en su habitación moraba un duendecillo, al que todos los años, por Nochebuena, obsequiaba aquél con un tazón de papas y un buen trozo de mantequilla dentro. Bien podía hacerlo; y el duende continuaba en la tienda, y esto explica muchas cosas.
Un atardecer entró el estudiante por la puerta trasera, a comprarse una vela y el queso para su cena; no tenía a quien enviar, por lo que iba él mismo. Le dieron lo que pedía, lo pagó, y el tendero y su mujer le desearon las buenas noches con un gesto de la cabeza. La mujer sabía hacer algo más que gesticular con la cabeza; era un pico de oro.
El estudiante les correspondió de la misma manera y luego se quedó parado, leyendo la hoja de papel que envolvía el queso. Era una hoja arrancada de un libro viejo, que jamás hubiera pensado que lo tratasen así, pues era un libro de poesía.
-Todavía nos queda más -dijo el tendero-; lo compré a una vieja por unos granos de café; por ocho chelines se lo cedo entero.
-Muchas gracias -repuso el estudiante-. Démelo a cambio del queso. Puedo comer pan solo; pero sería pecado destrozar este libro. Es usted un hombre espléndido, un hombre práctico, pero lo que es de poesía, entiende menos que esa cuba.
La verdad es que fue un tanto descortés al decirlo, especialmente por la cuba; pero tendero y estudiante se echaron a reír, pues el segundo había hablado en broma. Con todo, el duende se picó al oír semejante comparación, aplicada a un tendero que era dueño de una casa y encima vendía una mantequilla excelente.
Cerrado que hubo la noche, y con ella la tienda, y cuando todo el mundo estaba acostado, excepto el estudiante, entró el duende en busca del pico de la dueña, pues no lo utilizaba mientras dormía; fue aplicándolo a todos los objetos de la tienda, con lo cual éstos adquirían voz y habla. Y podían expresar sus pensamientos y sentimientos tan bien como la propia señora de la casa; pero, claro está, sólo podía aplicarlo a un solo objeto a la vez; y era una suerte, pues de otro modo, ¡menudo barullo!
El duende puso el pico en la cuba que contenía los diarios viejos.
-¿Es verdad que usted no sabe lo que es la poesía?
-Claro que lo sé -respondió la cuba-. Es una cosa que ponen en la parte inferior de los periódicos y que la gente recorta; tengo motivos para creer que hay más en mí que en el estudiante, y esto que comparado con el tendero no soy sino una cuba de poco más o menos.
Luego el duende colocó el pico en el molinillo de café. ¡Dios mío, y cómo se soltó éste! Y después lo aplicó al barrilito de manteca y al cajón del dinero; y todos compartieron la opinión de la cuba. Y cuando la mayoría coincide en una cosa, no queda más remedio que respetarla y darla por buena.
-¡Y ahora, al estudiante! -pensó; y subió calladito a la buhardilla, por la escalera de la cocina. Había luz en el cuarto, y el duendecillo miró por el ojo de la cerradura y vio al estudiante que estaba leyendo el libro roto adquirido en la tienda. Pero, ¡qué claridad irradiaba de él!
De las páginas emergía un vivísimo rayo de luz, que iba transformándose en un tronco, en un poderoso árbol, que desplegaba sus ramas y cobijaba al estudiante. Cada una de sus hojas era tierna y de un verde jugoso, y cada flor, una hermosa cabeza de doncella, de ojos ya oscuros y llameantes, ya azules y maravillosamente límpidos. Los frutos eran otras tantas rutilantes estrellas, y un canto y una música deliciosos resonaban en la destartalada habitación.
Jamás había imaginado el duendecillo una magnificencia como aquélla, jamás había oído hablar de cosa semejante. Por eso permaneció de puntillas, mirando hasta que se apagó la luz. Seguramente el estudiante había soplado la vela para acostarse; pero el duende seguía en su sitio, pues continuaba oyéndose el canto, dulce y solemne, una deliciosa canción de cuna para el estudiante, que se entregaba al descanso.
-¡Asombroso! -se dijo el duende-. ¡Nunca lo hubiera pensado! A lo mejor me quedo con el estudiante... –
Y se lo estuvo rumiando buen rato, hasta que, al fin, venció la sensatez y suspiró. -¡Pero el estudiante no tiene papillas, ni mantequilla!-. Y se volvió; se volvió abajo, a casa del tendero. Fue una suerte que no tardase más, pues la cuba había gastado casi todo el pico de la dueña, a fuerza de pregonar todo lo que encerraba en su interior, echada siempre de un lado; y se disponía justamente a volverse para empezar a contar por el lado opuesto, cuando entró el duende y le quitó el pico; pero en adelante toda la tienda, desde el cajón del dinero hasta la leña de abajo, formaron sus opiniones calcándolas sobre las de la cuba; todos la ponían tan alta y le otorgaban tal confianza, que cuando el tendero leía en el periódico de la tarde las noticias de arte y teatrales, ellos creían firmemente que procedían de la cuba.
En cambio, el duendecillo ya no podía estarse quieto como antes, escuchando toda aquella erudición y sabihondura de la planta baja, sino que en cuanto veía brillar la luz en la buhardilla, era como si sus rayos fuesen unos potentes cables que lo remontaban a las alturas; tenía que subir a mirar por el ojo de la cerradura, y siempre se sentía rodeado de una grandiosidad como la que experimentamos en el mar tempestuoso, cuando Dios levanta sus olas; y rompía a llorar, sin saber él mismo por qué, pero las lágrimas le hacían un gran bien. ¡Qué magnífico debía de ser estarse sentado bajo el árbol, junto al estudiante! Pero no había que pensar en ello, y se daba por satisfecho contemplándolo desde el ojo de la cerradura. Y allí seguía, en el frío rellano, cuando ya el viento otoñal se filtraba por los tragaluces, y el frío iba arreciando. Sólo que el duendecillo no lo notaba hasta que se apagaba la luz de la buhardilla, y los melodiosos sones eran dominados por el silbar del viento. ¡Ujú, cómo temblaba entonces, y bajaba corriendo las escaleras para refugiarse en su caliente rincón, donde tan bien se estaba! Y cuando volvió la Nochebuena, con sus papillas y su buena bola de manteca, se declaró resueltamente en favor del tendero.
Pero a media noche despertó al duendecillo un alboroto horrible, un gran estrépito en los escaparates, y gentes que iban y venían agitadas, mientras el sereno no cesaba de tocar el pito. Había estallado un incendio, y toda la calle aparecía iluminada. ¿Sería su casa o la del vecino? ¿Dónde? ¡Había una alarma espantosa, una confusión terrible! La mujer del tendero estaba tan consternada, que se quitó los pendientes de oro de las orejas y se los guardó en el bolsillo, para salvar algo. El tendero recogió sus láminas de fondos públicos, y la criada, su mantilla de seda, que se había podido comprar a fuerza de ahorros. Cada cual quería salvar lo mejor, y también el duendecillo; y de un salto subió las escaleras y se metió en la habitación del estudiante, quien, de pie junto a la ventana, contemplaba tranquilamente el fuego, que ardía en la casa de enfrente. El duendecillo cogió el libro maravilloso que estaba sobre la mesa y, metiéndoselo en el gorro rojo lo sujetó convulsivamente con ambas manos: el más precioso tesoro de la casa estaba a salvo. Luego se dirigió, corriendo por el tejado, a la punta de la chimenea, y allí se estuvo, iluminado por la casa en llamas, apretando con ambas manos el gorro que contenía el tesoro. Sólo entonces se dio cuenta de dónde tenía puesto su corazón; comprendió a quién pertenecía en realidad. Pero cuando el incendio estuvo apagado y el duendecillo hubo vuelto a sus ideas normales, dijo:
-Me he de repartir entre los dos. No puedo separarme del todo del tendero, por causa de las papillas.
Y en esto se comportó como un auténtico ser humano. Todos procuramos estar bien con el tendero... por las papillas.
FIN

Carreteras solares

EE UU y Holanda preparan dos prototipos de instalación tipo "sandwich", que integran en el asfalto paneles fotovoltaicos, iluminación y señalización LED.

 Aunque de momento ocuparán escasos metros en un aparcamiento y un carril bici, la investigación avanza hacia calzadas generadoras de energía con puntos de recarga para vehículos.

 Alguien dijo que Los Ángeles era un paraíso que había perdido su jardín. Históricamente L.A. ha estado muy ligado a la producción de petróleo, pero no hay que olvidar que también hay mucho sol», explica desde su estudio Mans Tham. Este arquitecto sueco, fascinado por las largas carreteras de California y su importancia en el desarrollo de la vida al oeste de los EE UU, soñó con convertirlas en estructuras medioambientalmente activas, levantando sobre ellas techos solares. El Departamento de Agua y Energía de Los Ángeles lleva varios años incentivando la producción fotovoltaica a través de un programa de financiación hasta 2016, con un gasto de más de 45 millones y medio de euros anuales para instalaciones en edificios, que incluyen además el desarrollo de huertos solares.

  Ante esta idea, reflexionó y propuso su propia alternativa para «dejar de considerar el desierto como tierra vacía y respetar su biodversidad» –dice–, al mismo tiempo que revalorizaba los terrenos ya urbanizados de la carreteras. Sus cálculos están basados en un tramo de Santa Mónica, del que creen que podrían conseguirse hasta 115 MW. Pero es que, además, las rejillas de ventilación canalizarían el CO2 hacia plantas de cría de microalgas. Producción y consumo, al ser locales, reducirían las pérdidas en la distribución y sería un estímulo para el despegue de la movilidad eléctrica, con estaciones de recarga enganchadas a esta planta rodante.

 Una hipótesis imaginativa, pero ¿hay alguna base sólida para considerar su implantación? Parece que realmente no. Es una más de las muchas oportunidades de promoción para empresas que saben aprovechar  la repecrusión mediática que suele tener este tipo de iniciativas, más próximas a la utopía que a la realidad económica. Esto lo comprobamos en Holanda, donde  se ha aprobado la construcción de ¡100 metros de carretera solar! En este caso, la tecnología es un poco diferente, puesto que los paneles van integrados en el pavimento. Para este desarrollo se han unido la organización de investigación TNO, la provincia septentrional del país y las empresas Imtech y Ooms Avenhorn Group. Los módulos prefabricados, de entre 1,5 y 2,5 metros tienen una estructura tipo “sandwich” con varias capas «una transparente pero robusta y antideslizante para el tráfico rodado, otra capa guía para llevar la luz, la de los paneles fotovoltaicos y la caja que integre los componentes y distribuya la fuerza mecánica en tierra», explica GerritJan Valk, desarrollador de negocio de Sistemas Inteligentes de Energía de ONT.

 La primera en 2012

 De momento, SolaRoad estará en funcionamiento durante cinco años a partir de 2013 y será instalada en un carril bici (las bicis no producen mucha sombra) en la N203 de Krommenie. La energía producida alimentará la iluminación nocturna del segmento y los paneles informativos de LED de la propia carretera; otros desarrollos, como futuros puntos de recarga, de momento quedan fuera de este primer piloto. «Esperamos generar 50 Kw/m2/año en Holanda, cifra que sería más alta en países con más horas de sol, pero el objetivo de este piloto es demostrar la fiabilidad de la tecnología y no maximizar la producción», continúa Valk. Durante la presentación en el Museo de Ciencias de Amsterdam en 2011, se hizo una demostración con un coche para comprobar la Resistencia de la capa de cristal y la seguridad de los paneles.

 Aguantó el paso de varios trayectos, sin embargo era sólo un vehículo. «Se han hecho muchas pruebas sobre resistencia, temperatura, que han sido la causa de empezar con un piloto en carretera real», explica Valk.

 ¿Habría aguantado un tráfico rodado real? ¿Qué pasa con las sombras que generan los propios vehículos? Experimental parece, pero éste y otros proyectos confirman que el futuro de las carreteras solares, se encuentra aún distante.

 En EE UU, la empresa Solar Roadways empezará este año un prototipo de asfalto solar de 11 m de largo por casi cuatro de ancho en un estacionamiento de Idaho. El experimento concluirá en 2013 y cuenta con el apoyo financiero de la Administración Federal de Carreteras del país. La idea recoge también el concepto de “sandwich” en la que los paneles solares quedarían encajados entre el asfalto, la electrónica y la capa de cristal superior «en ella estarían situados los LED para la señalización de la vía, también de noche y un sistema de calefacción que impide la acumulación de hielo y nieve», explica Scott Brusaw, ingeniero electrónico y cofundador de Solar Roadways.

 Ante la duda de qué pasa con las sombras que producen los vehículos o los días nublados o las calles faltas de sol, Brusaw tira de sus estudios. «Para las estimaciones de producción hemos sido conservadores y hemos tenido en cuenta cuatro horas de sol y 20 de oscuridad total. Nuestros módulos son de 4x4 m y su producción de 7,6 kW/h al día; 2,774 MW/h por año y panel. Estamos trabajando para mejorar el cristal para la tracción del automóvil. Las primeras pruebas demostraron que aguantaban el paso de vehículos a 60 km/h en suelo mojado», explica Scott Brusaw. En situaciones de falta de sol o de nieve, el inventor remite a estos cálculos y los sistemas de calefacción inferiores. En cuanto al coste, los responsable de ambos proyectos no dan cifras, si bien admiten que los gastos hoy por hoy son más elevados que los de una carretera convencional –unos tres millones de euros al km, según datos de la Asociación Española de Carreteras (AEC) –, pero advierten que los precios de estas últimas en ningún caso se compensan con la producción de energía.

  Desde la AEC consideran «la iniciativa y el piloto son buenos como I+D, aunque, de momento, difíciles de implantar en una red de carreteras por el precio de la tecnología, porque ¿quién lo pagaría? En un aparcamiento es más sencillo», explica Elena de la Peña, Subdirectora general técnica de la Asociación Española de la Carretera (AEC).
Fuente: La Razón