¿Sabías que las primeras tenían ganchos y ojos? ¿Y que, durante
cierto tiempo, se consideraban incitadoras del sexo ilícito y signo de
una “mujer fácil”? Pues sigue leyendo.
Curiosamente la cremallera no tiene ningún precedente antiguo y tampoco
se ideó para competir con los botones, sino que se originó como
dispositivo para cerrar las botas altas, sustituyendo los largos
cordones de finales del XIX.
Hubo un tiempo en el que no había cremalleras: tampoco eran una
necesidad acuciante, pues otros modos de cerrar prendas o unir piezas de
tela existían y funcionaban bastante bien, como los botones, cordones,
etc. Sin embargo, todos esos sistemas tenían dos problemas comunes para
algunos usos.
Por un lado, eran muy lentos: cerrar un abrigo con botones
lleva cierto tiempo, lo mismo que utilizar cordones o lazos. Por otro
lado, todos esos sistemas tenían “puntos de anclaje” entre las dos
piezas de ropa, que dejaban espacios abiertos entre ellos. Era
posible disminuir estos espacios si existía una gran densidad de
anclajes (por ejemplo, botones), pero nunca era perfecto y, además,
aumentaba el tiempo necesario para abrir o cerrar la ropa.
Como ocurre muchas veces, la cremallera no apareció como invento de
la nada, sino que evolucionó (a través de la mano de varios inventores)
desde una forma primitiva muy parecida a los botones hasta el ingenioso
dispositivo que utilizamos hoy en día.
A finales del siglo XIX, cuando se empezaron a fabricar botas altas
para defenderse del fango de las calles de las ciudades, abrocharse los
múltiples botones o los largos cordones parece que era un verdadero
incordio.
Algunos ingenieros empezaron a buscar sistemas de cierre más prácticos, como Elias Howe,
el mismo que había inventado la máquina de coser. Howe consiguió una
patente en 1851 para un 'cierre para ropa automático y continuo', que
consistía en unos ganchitos que se ponían en los dos lados de la ropa
que se quería cerrar e iban atados. No se molestó en comercializarlo
debido al éxito que consiguió con su máquina de coser (le ganó los
royalties a Singer después de una batalla legal y se hizo millonario).
Claro, sólo con esto no se resuelve el
problema: los broches unían las dos piezas de tela, pero se deslizaban
hasta el extremo inferior debido a la gravedad, y podían separarse unos
de otros fácilmente. Sin embargo, un cordón atravesaba todos los broches
por el centro, de modo que, tirando del cordón y haciendo un nudo con
él, se apretaban todos los broches unos contra otros, logrando que las dos piezas de tela quedasen unidas sin espacios libres “entre botones”.
Puedes imaginar que este sistema no era perfecto: por un lado, aún
había que hacer un nudo en el cordón para mantenerlo tenso y, por otro,
cerrar todos los broches llevaba el mismo tiempo (o incluso más, no lo
sé) que cerrar botones. Sin embargo, no me negarás que la idea es
ingeniosa y que fue un avance considerable. (Por cierto, Elias Howe
también patentó una de las primeras máquinas de coser útiles, un tipo
ingeniosísimo).
Cuarenta y cuatro años más tarde, Whitcomb L. Judson,
un mecánico al que le encantaba fabricar todo tipo de máquinas que
ahorrasen trabajo (inventó también un tranvía neumático), inventó un
nuevo sistema de cierre para las botas.
Según se cuenta tenía un amigo al que le dolía mucho la espalda y no
podía atarse las botas, así que Judson le inventó un dispositivo para
que pudiera abrocharse con una sola mano. Lo patentó en 1893 con el
nombre “Clasp Locker” (cierre de gancho) y se parecía un poco al de
Howe.
Judson presentó su invento en Feria Internacional de Chicago. Fue un
éxito a pesar de que no era muy útil. Judson mejoró el modelo, pasó a
llamarlo “C-curity Fastener” (cierre de seguridad). Se asoció con el
Coronel Lewis Walker, un hombre de negocios al que nunca le iban bien
los negocios, para crear la Universal Fastener Company.
La cremallera de Judson consistía en una serie de ganchos
unidos a una tira de tela (en un lado de la ropa) y otra serie de bucles
(anillos metálicos) unidos al extremo opuesto en posiciones fijas. Una
pieza se enganchaba al extremo inferior de la “cremallera” y se
deslizaba hacia arriba, empujando los ganchos hasta que entraban dentro
de los anillos uno a uno. A continuación (esto, no se por qué, me hace
mucha gracia), la pieza deslizante se sacaba por el extremo superior de
la cremallera y se guardaba en el bolsillo hasta que hiciera falta
realizar el proceso contrario.
La cremallera de Judson tenía dos fallos que impidieron que llegara
al mercado (aparte ya de lo de llevar el “deslizador” en el bolsillo).
Para empezar, entenderás que si las dos piezas de tela no tiran de los
ganchos y los anillos con cierta tensión, manteniéndolos unidos, la
cremallera tiende a ser poco sólida y se abre fácilmente. Además, cada
par gancho/anillo era independiente de los demás: ¡se podían abrir unos
cuantos, con lo que no podías abrir la cremallera con el deslizador
hasta que no los cerrabas primero manualmente!
Sin embargo, puedes ver que estamos ya cerca del concepto moderno.
Judson tuvo problemas financieros debido a los fallos del diseño, además
de que las piezas eran difíciles de fabricar en masa, de modo que
hubieran sido cremalleras demasiado caras para ser viables
económicamente. La empresa del inventor pasó por varios nombres y socios
financieros, además de cambiar de ciudad varias veces.
A pesar de las mejoras de Judson y de que el primer pedido que
recibieron fue para fabricar cierres para las sacas del Servicio de
Correos de los Estados Unidos, el negocio fracasó: los cierres se
atascaban con tanta frecuencia que hubo que retirar las sacas.
El inventor de la cremallera: Gideon Sundbach
Gideon Sundbach, un ingeniero eléctrico de origen
sueco, especializado en turbinas de vapor y empleado en la empresa de
Judson y Lewis, se casó con la hija del gerente, Elvira Aronson. Cuando
su esposa murió quedó tan triste que se encerró en la empresa a trabajar
día y noche hasta conseguir mejorar el invento de Judson.
En 1913 había conseguido diseñar un cierre que sí funcionaba: dos
hileras de dientes que se juntaban en una única pieza mediante al
deslizar sobre ellas un cierre. Estas dos tiras paralelas y la pieza
intermedia formaban una Y: la cremallera.
Sundbach lo patentó en 1917 con el nombre “Hookless Nr 2” y luego creó una máquina para manufacturarlos. El invento sólo se utilizó para botas, bolsas de tabaco y sacas de correo.
Las desventuras de Judson acabaron cuando en 1906 entró en la empresa
un inmigrante sueco, Gideon Sundback, que mejoró los diseños anteriores
en varias etapas, resolviendo los problemas uno por uno en modelos
consecutivos. Finalmente, en 1914, Sundback desarrolló la maravilla de
la ingeniería (sí, francamente lo es) que es la cremallera moderna, que
sí pudo venderse con mucho éxito.
El problema de los sistemas anteriores de la empresa, como se dio
cuenta Sundback, era que cada cierre no estaba unido al anterior y el
siguiente. La idea de una pieza deslizante era buena, pero había que
conseguir que cada cierre estuviera unido al de arriba y abajo, como
ocurría en el caso de la primitiva versión de Elias Howe (la del
cordón). La solución es muy simple cuando te la cuentan, claro, pero hay
que quitarse el sombrero ante el genio de Sundback:
Cada pieza del cierre tiene un “hueco” en la parte inferior, y un
“saliente” en la superior. Inicialmente forman dos hileras de cierres
(una en cada pieza de ropa), pero queremos que al final sólo haya una
fila, la fila de cierres todos unidos. De modo que la pieza deslizante
debe tener forma de “Y”: cada una de las dos hileras de cierres entra por un brazo superior de la Y, que actúa de “embudo”, empujándolas una hacia la otra.
Cuando se encuentran en el centro de la Y, el saliente superior de una
pieza se introduce en el hueco de la siguiente, cuyo saliente se
introduce en el hueco de la siguiente, etc.
Fíjate en esta animación, porque es infinitamente más informativa que las palabras:
¿No es una idea absolutamente genial? De ese modo, si se tira hacia
los lados de cualquier cierre, no es posible abrir la cremallera, porque
esa pieza está unida por arriba y abajo a dos piezas del lado opuesto
de la cremallera, y esas dos están unidas a piezas de este lado de la
cremallera. Sólo levantando el cierre superior (que no está unido a nada
por encima) puede levantarse el siguiente y así, uno a uno, abrir todos
ellos. Como sucede en el caso del velcro, el truco no está en puntos de
anclaje muy resistentes (como los botones), sino en una multitud de
anclajes no demasiado fuertes uno por uno, pero de una fuerza total muy
grande.
Además, la cremallera de Sundback resolvía todos los problemas que
las primitivas habían tratado de solventar: las piezas encajan muy bien
unas con otras, de modo que el cierre es muy compacto y no deja entrar
el aire (ni el agua). Por fin existía un cierre que se utilizaría en
tiendas de campaña, trajes de buceo, chubasqueros, etc. Además, deslizar
la pieza móvil para abrir o cerrar la cremallera es infinitamente más
rápido que abrir o cerrar botones (salvo que alguna pieza se enganche
donde no debe, que a veces pasa, claro).
A partir de 1923 la B.F. Goodrich Company utilizó
estos cierres de Sundback para cerrar botas de goma y así los volvió
populares. Al cerrar las botas el ruido que hacían (“sip”) le dió nombre
al nuevo invento “zipper”, que es como se sigue llamando a las cremalleras en inglés.
Durante la Primera Guerra Mundial un sastre tuvo la idea de usar la cremallera
en los monederos de los marinos, fijados a su cinturón de cuero.
Después se utilizó en los uniformes de los aviadores y los equipamientos
de las tropas.
En los años 20 las cremalleras comenzaron a utilizarse en los cierres de los equipajes.
En la ropa civil no resultaban muy prácticas porque al ser metálicas
había que descoserlas de la ropa para lavarla, si no se oxidaban, y
luego volverlas a coser.
En 1924 se creó en Francia la Sociedad Éclair. En francés cremallera se dice fermeture éclair por esta marca. Literalmente se tradujo como cierre relámpago al español y es así como todavía se conoce a la cremallera en varios países de habla hispana.
En 1926 se implantaron en los pantalones vaqueros en vez de los
botones que tan difíciles se les hacían de abrochar y desabrochar con
los guantes de trabajo a los buscadores de oro y conductores de ganado,
que eran los que usaban ese tipo de pantalones en aquella época.
No sería hasta mitad de los años 30 cuando empezaría a usarse la
cremallera como cierre de todos los pantalones para hombre, y fue en
Francia. En 1937 la revista Esquire nombró a la cremallera la Idea más
nueva de la sastrería. Quizá este nuevo uso fue impulsado por el uso de
la cremallera que hizo en sus diseños la famosa diseñadora surrealista Elsa Schiaparelli.
Elsa Schiaparelli y las cremalleras
La Lightening Fastener Company de Gran Bretaña y Canadá comenzó a
experimentar con el plástico para crear cremalleras a principios de los
30. Su gerente, Harry Houghton, le ofreció a Elsa Schiaparelli 10000 dólares de aquella época por usar las cremalleras en su ropa.
Elsa Schiaparelli incorporó estos cierres en ropa
sport, sobre todo en vestidos de punto, y la mayoría de las veces como
elemento decorativo a la vista, no como cierre escondido. En el invierno
de 1935, la diseñadora presentó una colección de alta costura en la que
utilizó cremalleras de colores en los modelos, en
lugares inusuales para la época como bolsillos, cuellos, puños y
hombros. La cremallera se convirtió en un signo de su marca, como el shocking pink o los modelos basados en diseños de Dalí.
Schiaparelli, con gran visión empresarial, utilizó las cremalleras de
distintas fábricas según el país en el que fueran a venderse sus
modelos. En Londres de la Lightening Fastener Company, en París de
Éclair y en EEUU de la Hookless Fastener Company.
En esa época y hasta que en 1935 se inventó el nylon, las cremalleras
se hacían de acetato de celulosa o de nitrato de celulosa. Era un
riesgo hacer ropa con estos materiales tan nuevos. La famosa editora de
Vogue Diana Vreeland tuvo que tirar un modelo de Elsa Schiaparelli a la basura después de mandarlo a la tintorería porque los líquidos del lavado en seco habían reaccionado con los acetatos.
Elsa fue conocida por utilizar nuevos materiales en sus prendas, como
el rhodophane, un tipo de celofán con el que hizo túnicas que parecían
cristal, o el rayón llamado antracita porque parecía este carbón.
YKK
En 1934, se funda en Tokio la compañía YKK. Hoy en día es la empresa más importante en cuanto a fabricación de cremalleras se refiere. Hacen dos mil cremalleras al día.
En los años 40 se siguieron utilizando en la ropa las cremalleras metálicas, hasta mediados de los 60. La cremallera de nylon
no nació hasta los 60, y como todo material nuevo, era caro al
principio. YKK, Hookless Fastener de EEUU y Éclair de Francia fueron los
primeros en fabricar cremalleras de plástico.
Y así es cómo la humanidad pasó de envolverse en un trozo de tela o una piel sujeta con huesitos alvestido cremallera de Sebastián Errazuriz.